Al tiempo que gana en aceptación y crece su mercado, enfrenta el reto de todo producto nuevo: darse a conocer y dejarse entender por el Invima. Testimonio de un productor local.
Hace un tiempo supe de la kombucha en el restaurante de unos amigos. Me interesó porque tiene un sabor ácido, pero sin ser fuerte; es también en algunos casos dulce y contiene gas. Conocí varias marcas y me convertí en su fanática. Supe luego que el Invima había retirado el registro a algunos fabricantes.
Es el caso de Alejandro Smith, uno de los representantes de una de las marcas de la ciudad. En una conversación que sostuve con él aprendí y entendí muchas cosas. Hoy se las comparto con dos objetivos: exponer la situación que se está viviendo con el Invima y que quienes no conocen esta bebida milenaria, la identifiquen, prueben y hasta, como yo, sean sus seguidores.
Se produce a partir de un proceso de fermentación de té endulzado, por medio de una colonia de microorganismos, entre los que se encuentran bacterias y levaduras. Estas desdoblan la sacarosa del azúcar en glucosa y fructosa. Durante el proceso la colonia se reproduce, lo que permite replicar el proceso el número de veces que se desee. Puede fabricarse en casa, sin la necesidad de equipos especiales, y tiene grandes beneficios para la salud: le aporta a la flora intestinal, tiene propiedades antibióticas respecto a ciertos tipos de bacterias, es antioxidante y antibacteriana y, además, tiene muy pocas calorías.
¿Cómo nació la idea?
“Nos fuimos para Estados Unidos y allá la estuvimos tomando varios años. Cuando nos devolvimos, nos trajimos una cepa, porque aquí no la íbamos a encontrar, con el plan de hacerlo en la casa. Es fácil. Con unos primos pensamos en montar un negocio y partimos de cómo venden la kombucha en Estados Unidos: como la cerveza, en todos los mercados”.
¿Cómo fue el proceso de venta?
“Mi hermano tiene restaurantes y él fue el primero que nos abrió la puerta. Al principio fue complicado porque no es algo que conozca la gente. Empezamos también a ofrecerla en tiendas y les apuntamos a las naturistas, donde la conocían. Así se empezó a regar la bola de nieve: me empezaron a llamar de todos los mercados naturistas de Medellín. Fue algo increíble. El negocio llevaba cuatro años y por tres años no tuve que buscar clientes: estos llegaron solos”.
¿Qué les ocurrió con el Invima?
“Como empezamos a creer, decidimos sacar el Invima para tener más libertad de vender. En muchos mercados encontramos aceptación, pero nos preguntaban por el Invima. Es legalizarse. Lo saqué por mi cuenta, sin esconder nada. Mandamos los papeles el 26 de diciembre de 2018 y lo más increíble es que al otro día me llegó la legalización y la autorización para vender”.
¿Cómo se complicó todo?
“A los tres meses me empezaron a llegar requerimientos del Invima. Me explicaron que por ley el Gobierno debe revisar tus papeles rápido, tienen que contestar en diez días hábiles. Pero eso no quiere decir que aprueben tu producto. Eso fue lo que pasó: pidieron explicaciones sobre la fermentación y las bacterias, luego nos llegó un documento diciendo que el Invima había sido suspendido”.
¿Y ahora qué?
“Estamos en el papeleo y esperamos radicar pronto toda la consulta. Como es producto nuevo, nos toca ir a la sala especializada. Es un área del Invima que estudia los productos nuevos. Esa es la idea: abrir la legislación”.
Se habla de la kombucha como transformadora. ¿Por qué?
“Es una alternativa para la gaseosa. Tiene su gas, pero es saludable. Con esta puedes elaborar varios tipos de bebidas, incluso fabricar productos para el aseo personal”.
¿Tiene riesgos para la salud?
Le pregunté a Smith por posibles riesgos y me respondió que, como bebida que contiene trazas de alcohol, la kombucha no se recomienda para mujeres en embarazo y en estado de lactancia, ni para niños. Además, “como es una bebida hecha de té, quienes tengan problemas con la teína o la cafeína, no deberían tomarla”, añadió. Por último, debido a su pH y acidez, dijo, “se recomienda no tomar más de 700 mililitros al día”.