Humo veloz / opinión de José Gabriel Baena
Con la partida del visionario creador de Apple, comparado por muchos con Leonardo de Vinci, pero más con Thomas Alva Edison, parece que se cierra pero se abre a la vez una ventana inmensa e impredecible, cuasi-imposible para futuros aventureros de la tecnología, en su mayor parte ingenieros superdotados, nada románticos pero sí excelentes contabilistas, esforzados sacerdotes de esa religión que les exige devorarse a sí mismos cada día. Al señor Jobs prácticamente sólo le faltó en su fantasía –digna también de un Julio Verne- encontrar lo que se presenta en la serie de TV “The Fringe”, la franja o sutilísima membrana que divide nuestra dimensión de las otras que coexisten aquí y ahora, y que son hasta ahora la explicación más plausible sobre los universos paralelos predichos ya en las historietas de Supermán en los años 30: La Dimensión Fantasma a la que se penetra por “gusanos iónicos” o agujeros o vórtices en el tiempo. Con unos días más de vida el sueño se habría logrado, y con los neutrinos como soporte, que ya están a la vuelta de la esquina del gigantesco acelerador de partículas europeo. Es que la vida es tan injusta, casi siempre. Pero estamos a las puertas de algo que trastocará los paradigmas para siempre.
La tecnología hasta cierto punto de quiebre es como la “polis” o el ejercicio práctico de la política o artes y mañas para gobernar una ciudad: Saturno que engulle a sus mejores hijos y deja incólumes a los más desalmados. En cierto país en que vivimos todavía no es raro ver la noticia de que tal o cual cabecilla de la violencia de hace medio siglo está celebrando su cumpleaños 115, digamos. En el ejercicio de esa “polis” los candidatos se comportan como esas hormigas que sueltan en la mítica “Banda de Moebius”, ese objeto surrealista de una sola superficie. Se persiguen unos a otros sin alcanzarse nunca, viajando no hacia objetivos de bienestar popular sino hacia… las joyas de la corona. “No pudimos cumplir en tiempo tan corto. Nos deberían dar otros 4 añitos”. Hablamos sólo de una Alcaldía de ficción: si suponemos que sólo tenemos dos candidatos honestos, puros, limpios, transparentes, integérrimos, ahí los tenemos de todas maneras en alguna parte de la Banda de Moebius, folclóricos y carrieludos, lanzándose por costumbre y no porque sea verdad, ni riesgos, los más acérrimos insultos y temerarias acusaciones que rebuscan desde la más lejana infancia del rival hasta sus más recientes actuaciones en lo que llaman “la cosa pública”. Pero pregonan esgrimir las mismas banderas de Justicia, Paz, Salud, Seguridad, Fiestas Todo el Año, Venta de Empresas Públicas, Superautopistas a lado y lado del Río, Hospitales de Maternidad y Universidades Públicas y Gratuitas en todas las Comunas, Internet gratis para el Pueblo, qué sé yo.
A estas gentes hay que creerles lo que dicen, porque son de muy buenas familias. A diciembre de este año tendremos en la ciudad 60 mil nuevos automóviles movidos por gasolina, con su delicioso aroma que nos sume en éxtasis. En 19 años la ciudad sólo habrá crecido en 840 mil habitantes, entonces ya pusieron en boga el exquisito vocablo “conurbación”, cuya objeto principal parece ser el de dirigir todo tipo de actividades hacia el centro del valle y no hacia las montañas, “cuyas laderas en su gran mayoría agotaron la capacidad de soporte” y el majestuoso y cristalino río Medellín será el eje “conurbador” –no debemos temer ni conturbarnos- de trenes ingrávidos, vías troncales nacionales subterráneas y de dos pisos, oleo-gasoductos, torres de energía eólica y nuclear. Los jóvenes de las comunas abandonarán las armas y entonarán cánticos de paz e izarán cada día gigantescas banderas blancas que le indiquen al viajero que llega por tele-transportación atómica que ha llegado a un remanso de justicia bíblica.
Inútil hablar de los “clústers” (¿?) de batalla de nuestros esclarecidos candidatos, palabras que terminan casi todas en “idad” como “productividad”, “competitividad” “movilidad”, “segurabilidad”, “bancaritividad” (más bonita que “bancarización”), “infraestructuratividad”, etc. El candidato más fascinante es quien tiene el apellido del ratón que se roba los dientes de leche de los niños cuando están dormidos: “Crearemos la Universidad Virtual con una tableta para cada niño pobre, 200 mil computadores para quienes no tienen tiempo de educarse en escuelas inexistentes”. Esto me recuerda un poemilla traducido por Rafael Pombo en el siglo 19: “Un campesino que en su alacena/ guardaba un queso de nochebuena/ oyóse un ruido ratoncillesco/ por los contornos de su refresco/. Y pronto, pronto, como hombre listo/ que nadie pesca de desprovisto/ trájose un gato para que en vela/ le hiciese al pillo la centinela/. E hízolo el gato con tal suceso/ que ambos volaron: ratón y queso/. ¡Oh pueblos dignos y timoratos: donde haya queso no mandéis gatos!”.
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Alcaldía, meditación, banderas blancas
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