Le gusta transmitir magia. Narra cuentos a niños del Chocó en los que ella hace de bruja. La vida le acaba de dar un revolcón, pero está lista para volver a empezar.
Se siente como en la primera parte de una muerte chiquita. Ya empezó a despedirse de sus conocidos. A desprenderse de sus bienes materiales. A preparar su viaje. Y es que el último año para esta mujer conocida por su rostro en las noticias y su voz en pautas comerciales, ha sido como “una rueda de Chicago” llena de emociones, porque decidió dejar lo que “he sido y he construido”.
El desprendimiento incluye una empresa de comunicaciones. En menos de un año ya tenía catorce empleados, pero odió el proceso porque “fue la época en la que tuve más plata, pero menos tiempo”. Entonces quiso dejar atrás el estereotipo de “princesita de televisión” y empezó a buscar en los pendientesque la hacen feliz.
Así llegó a una de sus pasiones: leer cuentos para niños. Lo empezó a hacer en Camelias, zona humanitaria en Chocó, a dos horas de Mutatá. Esa visita, dice, le cambió la vida. “Ese territorio te abraza, tiene vida propia. Allá la fertilidad camina. Allá he visto los atardeceres más increíbles de este país”, dice Lina.
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En ese escenario también han ocurrido crímenes escabrosos que no han evitado que sus gentes sigan mostrando su sonrisa. Después de conocer sus historias de vida, Lina se dijo que no haría más campañas de mercadeo, que lo que quiere visibilizar es lo que pasa en Camelias. “Si los matan a ellos, nos matan a nosotros. Si la guerra nos gana la partida, esa zona se deforesta; y el planeta entero estará en vilo. No hemos entendido eso”.
En esa selva chocoana que la abrazó no solo encontró esas historias que la conmovieron, Lina cuenta que allí se encontró con ella. Por eso quiso hacer cosas que tenía postergadas: terminar su carrera universitaria y vivir por fuera del país.
Antes de darse un respiro dice que quiere contemplar esta tierra, abrazarla y decirle párate; está convencida de que todos podemos aportar en ese propósito como nación, y que no es suficiente con que “quienes nos creemos buenos, que no hacemos ni mierda, nos dediquemos a pelear con otros en redes sociales”, ella cree que una hora en que abracemos al otro, lo miremos a los ojos, hagamos que se sienta persona, puede ser suficiente ayuda para sacarlo de una selva de dolor.
Por: Daniel Palacio Tamayo / [email protected]