De sapos a príncipes
El arte de la seducción le interesa a mucha gente, en especial a los tímidos, a quienes carecen de encanto, carisma, o cara y cuerpo tipo Hollywood
“No hay necesidad de nada de eso”, dice Leonel Castellanos, conferencista mexicano que por estos días está en Medellín, enseñando sus teorías de seducción, basadas en la Programación Neuro Lingüística (PNL). Si bien la PNL sirve para cualquier escenario de la vida (pedir un aumento, ganar puntos en la entrevista de trabajo, vender un producto o cerrar un negocio), Castellanos se ha concentrado en la seducción romántica, simplemente por sus propias inhabilidades para conseguir una novia en el pasado. Confiesa que, al no tener la cara ni los millones de Brad Pitt, con el agravante de haber sido excesivamente tímido, estas prácticas le han permitido conocer muchas mujeres.
Vivir en El Poblado conversó con él para que nos explicara cómo los sapos se convierten en príncipes. Algunas indicaciones le sonarán familiares, pero es que la base de la PNL, según Leonel, es hacer todo lo que hacemos inconscientemente, de manera consciente.
La magia del sapo
Todo empieza con un cambio de actitud. “Cualquiera puede actuar como si tuviera mucha confianza en sí mismo, así no sea cierto”, dice Leonel. “A una mujer le pediría que se sentara como lo haría Angelina Jolie y ella cambiaría su postura”. La idea es obligar al cuerpo a hacer, repetidamente, un cambio de estado, hasta que el cerebro lo tome por cierto. Las señales enviadas por un cuerpo que simula confianza son percibidas por los demás como verídicas. Con la PNL, Leonel pone a sus estudiantes a recrear mentalmente situaciones de alta emoción, seguridad y confianza, para intentar contener, de manera consciente, esa sensación y asociarla a un ancla. Un ancla puede ser un sonido, un olor, una palabra o un gesto, que al ser reproducido activa la seguridad (o cualquier otro sentimiento) en la persona.
Acechando a la presa
Después de un primer acercamiento entre dos personas, entran a jugar el rapport y timing. El primero es descubrir, rápidamente, qué elementos de afinidad se tienen con la otra persona. Se trata de encontrar información en lo que el otro hace, dice, come, lleva puesto o lo que lo rodea: qué música está oyendo, qué foto tiene en su escritorio, qué diploma tiene colgado en la pared y entablar una conversación a partir de ello. “Así, ya no somos dos desconocidos sino dos personas con algo en común”, dice Leonel. A nivel inconsciente, el rapport se puede lograr imitando los gestos de la otra persona, y su cerebro lo entenderá como una semejanza. En cuanto al timing, explica que es un factor que se sale de las manos. Una persona podría tener todo a su favor pero estar interesado en alguien comprometido. Eso no quiere decir que haya fracasado, sino que no era el momento adecuado.
Los sapos no tienen orejas, ni sentido del humor
“A los hombres se les enamora por los ojos y a las mujeres por los oídos”, dice Leonel. Así las cosas, pelo, boca, dientes, cuerpo, ropa y maquillaje hermoso son indispensables en las mujeres. “En los hombres, una buena presentación también es necesaria. Muchas veces juzgamos a una persona antes de que abra la boca, sin dejarla persuadirnos de algo”. Para ser un excelente seductor, Leonel les recomienda a los hombres dos cosas. Primero, prestar mucha atención. “Las mujeres ponen en bandeja de plata lo que buscan, pero no las oímos. Si las oyes y llenas el requisito, solo tienes que demostrarlo”. Oyéndolas, Leonel descubrió la segunda recomendación: tener sentido del humor. “Las mujeres quieren que las entretengan”.
A ellas les advierte sobre la necesidad de cacería en la genética masculina. “Déjenlos ser cazadores y no les den todo el ‘caramelo’. Cuando le quitas el dulce, va a querer más”.