El Carmen de Viboral a la italiana

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El Carmen de Viboral a la italiana

“Lo más importante es crecer con el trabajo y más importante que crecer para afuera es crecer para adentro. Nada produce la alegría que produce el trabajo mismo…” José Ignacio Vélez


Romano Rampini y José Ignacio Vélez

Por: / Saúl Álvarez 
Romano Rampini, un italiano de mirada curiosa y manos de artista, llegó a El Carmen de Viboral al volante de un automóvil alquilado una tarde de septiembre de 2010. A pesar de que tenía conocimiento de la tradición de fabricantes de loza de los carmelitanos, no sabía que el largo viaje iniciado en Radda in Chianti, el pueblo de Italia, cerca de Florencia, donde queda Loceria Rampini, estaba a punto de terminar. Es posible que presintiera, mientras conducía, que aquella región, tan distinta de la Toscana, tenía algo en común con su tierra, quizá el aire limpio o el horizonte en vaivén que se confunde con el cielo azul a lo lejos. Debió presentirlo porque cuando entró en el local de Locería Renacer no tuvo dudas de que allí se encontraba lo que había buscado por medio mundo.
Habló con Nelson Zuluaga, fundador de Locería Renacer, y en un español perfecto le planteó algo que ni Nelson, ni ninguno de los fabricantes de loza de El Carmen hubiera imaginado posible: “Quiero proponerle que fabrique aquí las mismas vajillas que hacemos en Rampini”. Nelson lo escuchó en silencio. La oferta era tentadora pero requería de una determinación sin fisuras, sobre todo en el aspecto técnico.
La tradición de loza en El Carmen de Viboral se remonta a finales del siglo 19. Cuando toda Antioquia vivía alrededor del cultivo del café, algunos habitantes que encontraban arcilla blanca cada vez que abrían un hueco, pensaron que allí había algo bueno y decidieron mostrarla a los expertos alemanes de la recién fundada Locería Colombiana. “Es ideal para hacer loza”, dijeron los alemanes. Y fue así como se inició la industria. Instalaron fábricas para la producción de la loza y en general, mujeres con sentido artístico, se dedicaron a copiar las decoraciones de platos y vajillas o de fotos en revistas que traían quienes viajaban a Europa. El resultado era distinto porque los pinceles para decorar, hechos con pedazos de esponja, no permitían el trazo fino de los originales.

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Sin embargo, esa limitación dio vía al estilo de decoración repetitiva que siempre se produjo en El Carmen, incluso a mediados del siglo 20 cuando la industria estaba en su apogeo y a diario salían mulas cargadas con cajas de loza para Medellín y otros pueblos. Por esa época llegó al pueblo Jorge Oteisa, un artista vasco, quien sugirió cambiar los hornos de madera por hornos de carbón. El cambio significó una mejora importante en el proceso.
Pero a pesar de los avances en producción, la técnica de decoración de El Carmen era el “bajo esmalte”, es decir, la decoración sobre la cerámica sin cocer antes de agregar el esmalte, mientras que la técnica utilizada en Rampini era el “sobre esmalte”, primero se aplica el esmalte sobre la cerámica y luego se decora. En Italia el “sobre esmalte” se llama “Maiolica” y tiene origen en el siglo 13 cuando Marco Polo, al regresar de China, trajo porcelana en su equipaje. Como en Europa no existía nada parecido, los italianos inventaron una pasta roja, le agregaron estaño al esmalte para volverlo blanco y crearon algo similar a la porcelana China. Es esta tradición de “Maiolica” la que Romano Rampini vino a ofrecer a Nelson para producir en El Carmen de Viboral.
Nelson Zuluaga llamó entonces a José Ignacio Vélez, el reconocido ceramista que ha sido instructor, guía y creador de buena parte del trabajo realizado en El Carmen durante los últimos veinticinco años, y le pidió consejo. Después de mucho pensarlo decidieron aceptar la propuesta. El Carmen iba a recibir una tradición de quinientos años que se convertiría en el inicio de un reto ineludible para la industria y José Ignacio Vélez sería el vínculo con los italianos.
Con los primeros acercamientos a la nueva situación cayeron en la cuenta de que todas las decoraciones de Rampini evolucionan de un plato a otro, no hay tamaño ni lugar preciso para las formas, incluso los colores se suman a medida que aparecen los elementos y pueden cambiar. El inicio fue difícil, las decoradoras no estaban acostumbradas a trabajar de esa manera. Entonces José Ignacio lanzó una convocatoria taller a la que se presentaron treinta personas. De este grupo salieron las siete decoradoras que bajo la dirección de José Ignacio iniciaron capacitación en febrero del 2011. Romano regresó a Italia y cuando volvió, en diciembre, las decoradoras ya manejaban todos los conceptos del diseño de vajillas: composición, armonía, manejo de color, contraste, dirección. Un año después de iniciar la labor y de instalar un horno de última generación fabricado en Italia exclusivamente para el trabajo con las vajillas Rampini, Tiziana, hermana de Romano y experta en la decoración de Rampini, pudo constatar que el trabajo realizado en El Carmen no tenía nada que envidiar y era tan perfecto como el que salía del horno en Italia.
Han pasado un poco más de dos años, en algunos días se iniciará el envío de “Maiolica” hecha en El Carmen de Viboral rumbo a Italia y el 2 de junio se abrirá un punto de exhibición y venta a la entrada de El Carmen. La técnica y tradición del Renacimiento que Giuseppe Rampini -padre de Romano y Tiziana- siguió del maestro ceramista Giorgio di Pietro Andreoli al fundar Cerámicas Rampini, tiene ahora una representación de la más alta calidad en el Oriente de Antioquia, lo que significa un paso firme hacia el futuro de El Carmen y su industria de la mano del Renacimiento italiano.

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