Los maestros Alejandro y Roberto tienen una reflexión permanente: cuáles son las necesidades de la ciudad, cómo se puede contribuir y cómo lograr oportunidades para que los jóvenes expresen su talento.
Al maestro Alejandro Posada Gómez no le sorprende el talento. En su consideración hay mucho en todo lado y en todas las disciplinas. A él lo que en verdad le sorprende es lo que se puede lograr cuando ese talento se descubre a tiempo y se hace lo necesario para desarrollarlo.
El maestro Roberto González Monjas lo sabe, pues Alejandro lo conoció e identificó su potencial cuando apenas era un adolescente y hoy es considerado uno de los mejores músicos del mundo. Son grandes amigos y tienen como propósito que los jóvenes músicos encuentren el empujón que hace falta para que se hagan profesionales. Ambos quieren que gracias al fomento brindado en Iberacademy no se desperdicie.
“Me sorprende cuando llega alguien, le descubrimos el talento y luego está con la Filarmónica de Viena; me sorprende que una persona encuentre el rumbo en la música, como quien se quiere dedicar a la pedagogía de la que dependen tantos niños”, dice Posada.
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González, de 31 años, y Posada, de 54, piensan siempre en cómo promover los talentos de las personas con la música como inspiración. “Roberto es como una batería que no se descarga”, dice Alejandro; mientras aquel repunta: “Alejandro ha confiado de manera increíble en mí, me dio una de las oportunidades más importantes cuando era joven” dicen estos directores quienes, como pocos en el mundo, pueden trabajar en conjunto y compartir perspectivas alrededor de Iberacademy, un proyecto que, según ellos, no solo tiene que ver con la música, sino con construir un cambio social.
El maestro Alejandro asegura que la música no es un trabajo físico, para él el ejercicio es más mental y emocional, pues es cuando se llega al escenario cuando se puede entregar al público todo lo interiorizado con partituras que fueron escritas hasta hace 400 años y que deben ser honradas con interpretaciones de alta calidad.
Posada procura el silencio y se considera su fanático. Por eso cuando la composición lo rompe busca la perfección en ella; como busca que la formación con disciplina y estudio permitan que brille el talento.
Por: Daniel Palacio Tamayo / [email protected]