Algunas personas son elegidas por la diosa victoria. Algunas aun sin creérselo saben que están hechas para ganar toures. Es el caso de Egan Bernal Gómez, una maravilla de apenas 22 años, 1,75 de altura y 60 kilos de peso al que una fractura de clavícula comenzando este mayo le tramó un destino glorioso convirtiéndolo en el primer colombiano en ganar un Tour de France en sus 106 ediciones.
Por: Esteban Cardona Arias
Egan nació en Zipaquirá, pueblo valiente que resistía como podía embestidas colonialistas por la sal a 2.700 metros sobre el nivel del mar, donde se forjan físicos privilegiados con altos niveles de hematocritos y vatios por kilo desconocidos para la ciencia.
De allí también es Efraín Forero Triviño: el gestor del fenómeno llamado Los Escarabajos, que por fin llegó a su éxtasis con un Tour. Efraín como Egan es mestizo de cuna obrera, trabajaba en fábrica y cuando la rutina le daba oportunidad realizaba hazañas sobre la bicicleta. Por eso se le conocía como el Indomable Zipa.
A él se le debe mucho, o tal vez todo. El Zipa con su pedaleo redondo convenció a los organizadores de hacer la primera Vuelta a Colombia. Génesis de las gestas de nuestros ciclistas.
Efraín demostró que el recorrido de la vuelta a Colombia era posible para un humano. Hazaña simple para él y que sería la primera de muchas para todos. El acuerdo era que si él lograba hacer la etapa más dura sin sobresaltos se concedería el patrocinio para la carrera. Arrancó un día de octubre del 50. Escogió el Páramo de Letras: una etapa dura que sube de Honda a menos de 200 msnm hasta el Páramo de Letras a más de 3.500 msnm.
Un paso de mulas convertido en carretera guiada por el barro hostil y con un cambio de temperatura agobiante. Al llegar a Manizales, cuentan, lo llevaron en hombros por la ciudad los lugareños incrédulos. Había nacido el pionero que logró domar la extravagante geografía con tan solo una bicicleta.
Por eso no es coincidencia lo de Egan, paisano de Forero, ambos nacidos en tierras donde el camino a la gloria consta de cuestas empinadas que te conducen al firmamento para ubicarte con las estrellas, como una más de ellas.
Bernal en sus piernas guarda esta memoria genética. También en ellas conserva una complicidad con la gloria a la cual no se le esconde. Es el hombre más joven en ganar un el maillot jaune desde la época que antecedió las guerras mundiales.
Es un predilecto del ciclismo. Corrió el Tour por una serie de maniobras caprichosas del destino. ¡Y cómo lo corrió! Se defendió de los abanicos e hizo una mala crono, pero sobrevivió. Pasó los Pirineos en segundo plano y en los Alpes llegó su techo, pasó el triptico – Col d’Izoard y Galibier incluidos- sin sobresaltos y limando segundos al líder, luego se aprovechó de su ganancia en la altura para hacer suyo Col de l’Iseran a más de 2.700 metros sobre el nivel del mar, como su tierra natal. Pasó el puerto con 2 minutos de ventaja y derribó las aspiraciones de la esperanza francesa Alaphilipe. Allí otro guiño del destino le detiene la carrera y lo cuida para que llegue sanito a Val Thorens una subida de 30 km con una pendiente al 5,5%. Etapa de mantenimiento al mejor estilo de los grandes patrones del tour: Froome, Anquetil o Merckx, quien lo escogió como su sucesor.
Egan es un elegido. Acumula lo mejor de nuestras generaciones y sus especímenes de ciclistas. Puede ser nuestro Coppi o Anquetil. Él lo sabe y quienes lo rodean también, y esa fe convertida en creencia se debe a que tiene la habilidad de los dotados por la gloria para hacer que lo difícil parezca un trámite. El ciclismo acaba de cambiar, desde hoy comienza la era de un indomable Zipa: el indomable Egan.