La única certeza que tenemos es que nos vamos a morir, que el tiempo que tenemos aquí es limitado, así que ¿por qué no mejor comprometernos con la aventura de esta vida?
En nuestra cultura hay muchísimos mensajes que nos dicen que debemos tener una vida perfecta y que cuando la tengamos entonces nos sentiremos felices, sin preocupaciones ni dudas.
Con tan solo entrar a Instagram tenemos acceso a miles de ejemplos de cómo otras personas tienen una vida perfecta –un gran trabajo, una hermosa familia, un cuerpo increíble, cenas en los mejores restaurantes del mundo-. Desde afuera pareciera que esas personas con vidas perfectas nunca dudaran de sí mismas ni se sintieran tristes o asustadas.
Al recibir estos mensajes, empezamos a creer que cuando tengamos ese trabajo “perfecto”, esa cantidad de dinero, esa pareja, ese cuerpo, entonces nos sentiremos felices, sin problemas y todo estará bien. Pero esto está lejos de ser verdad. Reconozco que hay personas que disfrutan una mejor calidad de vida que otras, pero la perfección es un estándar imposible de alcanzar.
En estos diez años que llevo escuchando a personas contarme sobre sus sueños, sus retos y sus miedos, lo que he descubierto es que la vida es una aventura. No importa qué tan bien todo parezca estar en el exterior, cada uno de nosotros está en continua evolución y estos cambios nos traen dudas, preocupaciones, alegrías y tristezas. Esta es la realidad de todas las personas que he conocido y es lo que rara vez vemos en redes sociales.
Lo más parecido que he conocido a una vida perfecta es la zona de comodidad. Ese espacio donde nos sentimos estables y tal vez tranquilos, pero donde hemos parado de crecer y de expandir nuestro potencial. La verdad es que esos momentos de comodidad son pasajeros y como nada es estático, con el tiempo, si no crecemos, nuestro mundo se contrae. Piensa en alguien que lleva en el mismo trabajo diez años: si no ha evolucionado ese trabajo ya no se ve tan ideal como cuando empezó.
¿Por qué queremos tener una vida perfecta? Porque queremos sentirnos cómodos. Pero en mi opinión la comodidad es una pérdida de tiempo. ¿Quieres llegar al final de tu vida y decir “me sentí cómodo”? La única certeza que tenemos es que nos vamos a morir, que el tiempo que tenemos aquí es limitado, así que ¿por qué no mejor comprometernos con la aventura de esta vida?
Para de buscar la perfección o la comodidad, aprende a sentirte incómodo. Crea sueños que te asusten y persíguelos, no porque crees que al alcanzarlos todo va a estar “perfecto”, sino porque quieres experimentar las subidas y las bajadas que hay en el camino a esa meta. Y así cuando llegues al final de tu vida puedas saber que lo viviste todo.