Ahora tanto industrias como personas naturales pueden contribuir a la conservación de los bosques y comunidades del Darién con bonos de carbono
Fotos cortesía Anthrotec
“Si no se hace algo para conservar y proteger, en 30 años desaparecerían las extensiones de bosque del Darién y, aproximadamente, cerca de tres millones de toneladas de carbono serían emitidas al medio ambiente”, señala Mauricio Salazar, gerente del proyecto Corredor de Conservación Chocó Darién, que la compañía Anthrotect adelanta desde 2010 en Acandí para la conservación de las comunidades nativas y el ecosistema natural de este territorio.
Este proyecto, que nace de la necesidad de proteger los bosques tropicales en el extremo norte del Chocó, lugar considerado patrimonio natural de la humanidad por la Unesco (Parque Nacional del Darién en Panamá y Parque Nacional Los Katíos en Colombia), es un sitio reconocido no solo por sus especies endémicas y biodiversidad, sino por su importancia geográfica, ya que conecta el sur de América con el norte. Este, según explican los expertos, es un sitio de conservación internacional.
Ante esta necesidad de protección nacen los bonos de carbono, que son un mecanismo de descontaminación del medio ambiente propuesto en el Protocolo de Kyoto, con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono que van a la atmósfera y así prevenir los efectos del cambio climático.
Fotos cortesía Anthrotec
“En este territorio encontramos que los bosques son amenazados por ganadería, por extracción de maderas, cultivos ilícitos, entre otras circunstancias. Vemos que el patrón de deforestación en Acandí es muy alto, y si no se hace algo va a desaparecer. Nosotros hacemos actividades para evitar la deforestación y para eso se crea el sistema de preservación de carbono. Desde 2010 hasta ahora, el Corredor de Conservación Chocó – Darién ha protegido 300 hectáreas de bosque tropical, lo que se traduce en 100 mil toneladas de carbono que se contienen en este territorio”, expresa Salazar, ingeniero forestal de la Universidad Nacional y máster en Antropología de la Universidad de Londres.
Este proyecto ambiental recibió en noviembre pasado el sello VCS (Verified Carbon Standard) que certifica las actividades emprendidas para la reducción de las emisiones de carbono. En el Darién no solo se busca la conservación de los bosques, sino también el desarrollo de las comunidades afrodescendientes e indígenas del Cocomasur (Consejo Comunitario de la Cuenca del río Tolo y Zona Costera Sur) que comprende cerca de 13.400 hectáreas en títulos colectivos y más de mil familias nativas.
Para desarrollar este proyecto, explican sus gestores, se basan en cuatro ejes de acción: la gobernabilidad de las comunidades afrocolombianas e indígenas, para que sean soberanas en su territorio; la conservación de los bosques y el uso sostenible de los recursos; el bienestar comunitario y los planes de etnodesarrollo; y la protección a la biodiversidad del Darién.
“Si evitamos la deforestación, generamos créditos de carbono. Esos créditos los negociamos en el mercado voluntario, donde llegan las empresas interesadas en reducir emisiones, generando ingresos económicos que financian las actividades de desarrollo sostenible”, explica Salazar. “El reto de la conservación es volverlo económicamente viable. Parte de la conservación está basada en altruismo o gente que entrega fondos para conservar, pero esto no es autosostenible. En el Darién se encuentran las comunidades indígenas nativas como los Embera y los afrodescendientes. Necesitamos es ofrecerles el desarrollo que ellos tanto necesitan. Y compensarlos de alguna forma por la preservación que ellos han hecho”, concluye.