Al aumentar la oferta y consumo de tecnología en la educación y el entretenimiento, padres y educadores deben ser un filtro permanente
Los dedos de Paulina son ágiles al deslizarse por la pantalla del iPhone de su padre. Con solo tres años de edad es capaz de acceder a las fotografías del celular, buscar y entretenerse con un juego de Plaza Sésamo y abrir una aplicación en la que un pequeño gato repite frases. Su madre limita el uso de pantallas, pero piensa que llevar una vida sin ellas es imposible.
Foto cortesía Eafit
El doctor Álvaro Posada Díaz, pediatra puericultor (disciplina médica que se ocupa del desarrollo durante los primeros años de vida) y autor del libro Niño sano, está de acuerdo: “Las pantallas están aquí para quedarse, lo importante es el acompañamiento que le den los padres a sus hijos”. Según el especialista, la Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños menores de dos años no tengan ningún acceso a pantallas porque es la edad en la que más se desarrollan las conexiones cerebrales. La misma academia argumenta que los niños, hasta los tres años, tienen una necesidad crítica de interacciones directas con sus padres y otras personas, para un crecimiento saludable del cerebro, y un desarrollo apropiado de habilidades sociales, emocionales y cognitivas. Dice el doctor Posada que a partir de los tres años se puede permitir el uso de algunas pantallas con acompañamiento responsable. A partir de los nueve, todas las pantallas se pueden permitir con vigilancia y con un límite de dos horas al día. Para este especialista el problema es más de contenidos, pero en sí misma, la tecnología le ayuda a los niños y jóvenes a aprender otras formas de comunicarse, desarrollar la motricidad, la coordinación entre ojos y manos, destreza digital y a solucionar problemas. Por otro lado, reconoce la desventaja que se le atribuye de fomentar menor esfuerzo.
El médico antroposófico, Jorge Vega Bravo, coincide con que el uso indiscriminado de pantallas a temprana edad disminuye la voluntad. Para evitarlo resalta que la pedagogía Waldorf insiste en la importancia de respetar el momento de introducir las tecnologías en la vida infantil. “Idealmente, aunque difícil, los niños no deben ver televisión ni tener acceso a otras pantallas antes de la maduración del sistema nervioso central, es decir, hasta los nueve años”. En esta edad, explica el doctor, los niños pasan por el proceso “Rubicón”, en el cual descubren el mundo más allá de los hogares y el colegio, haciéndolo el momento propicio para acceder a herramientas tecnológicas. Recomienda a los padres transformar sus hábitos de consumo de tecnología, pues los niños aprenden todo por imitación hasta los ocho años (ver columna de Jorge Vega, “El desarrollo intelectual precoz: una trampa evolutiva”, en nuestro sitio web).
Entre otras consecuencias, la Academia Americana de Pediatría enumera las desventajas físicas: dificultad para conciliar el sueño por exceso de estimulación, dolores por mala postura, obesidad por inactividad y visión deficiente por enfocar los ojos en la pantalla durante mucho tiempo. En cuanto a las desventajas mentales y sociales están: ansiedad, adicción, pérdida de habilidades para relacionarse y periodos más cortos de concentración.
En Colombia, según cifras del DANE de 2011 (publicados en 2012), el 89,8% de los hogares tienen televisor, el 89,4% poseen celular, el 23,4% conexión a Internet, y el 54% de los colombianos (de los cinco años en adelante) usan un computador (en su casa u otros lugares). Por edades, el grupo que más reportó haber usado un computador fue el de personas entre los 12 y 24 años (74,9%), seguido por el de personas entre 5 y 11 años (52,6%).
Sin embargo, la discusión sobre el desarrollo adecuado de niños y jóvenes inmersos en tecnología se enfrenta a la necesidad del conocimiento tecnológico como herramienta de aprendizaje y entrenamiento laboral. William Mesa Agudelo, experto en programas educativos especiales y magíster en Educación Innovativa, realizó una investigación en instituciones educativas de la ciudad, cuyos resultados sugieren un alto grado de motivación hacia el aprendizaje cuando se usan herramientas TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Pero la gran ventaja de la tecnología, según Mesa, es el acceso equitativo a fuentes del conocimiento y la posibilidad de aprendizaje. “Los estudiantes pueden desarrollar habilidades investigativas, capacidad de aprendizaje autónomo y procesos mentales como razonar, interpretar, argumentar, asignar significados, tomar decisiones y resolver problemas”.
Mesa añade que la educación actual requiere herramientas tecnológicas que reduzcan inequidad y exclusión educativa. Asegura que los escasos recursos económicos de algunos actores educativos podrían aumentar la brecha digital, y, por tal motivo, requieren intervención estatal. Según la Secretaría de Educación, en las instituciones educativas públicas de Medellín hay un computador por cada 14 niños. La meta es llegar a 9 o 10 niños por computador antes de finalizar la administración actual.