¿Aprendimos a usar transportes alternativos al vehículo particular?
Era una de las metas de 1999, pero, al contrario, hemos llegado a estados de contingencia ambiental y de caos de movilidad.
Fueron recibidos a madrazo y trancazo: una marcha ciudadana por las calles 9 y 10 y por la avenida El Poblado en plena hora pico, gritó “no queremos los parquímetros”. Luego un ataque con explosivos a una de las máquinas dispensadoras de tiquetes y con disparos a otra, intensificaron el rechazo. Todo ocurrió en El Poblado.
Era junio de 1999 y sectores de la ciudadanía, unos ejerciendo el derecho a la protesta, otros agazapados en la soledad de la noche y tomando acciones propias de la delincuencia, se pronunciaron en contra de un sistema asentado en 1.537 espacios de parqueo que la Alcaldía anunció como vía de organización de la ciudad.
“Es un cobro por parquear en las calles” decían las protestas -las legítimas, no las de “los más fuertes”-; “es protección del espacio público”, explicaba la Alcaldía, en días en los que la hora de parqueadero rondaba los 1.000 pesos y la de parquímetro, 1.200.
Hoy funcionan 2.978 celdas de parquímetro, sin planes de expansión. El recaudo ingresa a la Secretaría de Hacienda y se destina a inversión en la ciudad. El año pasado fueron $7.682 millones.
Pero la decisión estaba tomada y la orden de la autoridad de tránsito para los conductores fue elegir entre los parquímetros o los parqueaderos cerrados. Las vías públicas de tres cuadras a la redonda quedaban prohibidas para estacionar.
Ahora se cumplen 20 años de operación del programa y vale preguntarse ¿qué aprendimos como ciudad? ¿Aprendimos, por ejemplo, a usar medios de transporte alternativos al vehículo particular? Era una de las metas de 1999 a favor del orden y contra la congestión, pero basta recordar que un sector determinante de la población nada que se quiere bajar del carro o de la moto. Y a ese paso hemos llegado a estados de contingencia ambiental y de caos en movilidad.
¿Aprendimos a caminar el barrio? Cada vez hay más andenes, pero persisten prácticas, con o sin lluvia, de querer llegar en carro hasta la puerta del lugar de destino.
Todavía, 20 años después, la ciudad sigue haciendo llamados a la necesidad de blindar de invasiones el espacio público. Sin embargo, las 19.871 multas por estacionamiento indebido en 2019 son una prueba de que la tarea está en obra negra.
Quedó, sí, el miedo a la multa, contrario al cumplimiento de las normas y al concepto de que lo público no se usa para sacar provecho y comodidad particulares, y un coletazo de ese miedo es que hay límites de velocidad que solo se cumplen cuando las cámaras de las fotomultas están mirando.
Luego de 20 años hay más orden en las calles, hay más recaudos para el Municipio -a mayo de este año iban 3.866 millones de pesos, sin contar las multas-, pero en materia de lecciones todavía hay ejercicios pendientes. Hay que seguir trabajando en madurez de ciudadanía y en conceptos de civismo y convivencia en las vías.