La mujer que aparece en la foto es María Cano, una defensora de los derechos civiles y de los derechos de los artesanos y de los obreros y de las mujeres y… en fin, de todos los que para entonces eran débiles o estaban vencidos. Por lo mismo vivió una vida relegada y a menudo expulsada hacia los bordes de una sociedad que la estigmatizó de manera sistemática, hasta hacerla terminar sus días cercada por la soledad. “Treinta y tres años de retiro y ostracismo, hasta su muerte el 27 de abril de 1967”, dice un texto sobre ella publicado en 2017 en El Espectador.
Dice también la historia no oficial, esa que va de lengua en lengua, que en su época los padres de familia acuñaron un término para expresar que las hijas estaban agarrando vuelo: una maríacano. Lo usaban como en la frase “vea pues, la niña quiere estudiar, qué tal, faltaba más, salió una maríacano”.
Esta imagen de 1926 la muestra en su época más activa y combativa, antes de que comenzara un largo declive que la hizo pasar de fiera líder sindical a gris y anónima servidora de la Biblioteca Departamental. Para la época del retrato aún le quedaban muchas luchas, pero en ella ya se ve cierta fatiga, cierta dureza, y hasta cierta amargura: ese rostro fue el costo que pagó por ser una rebelde; por rebelarse. O por revelarse, escrito con ve corta, que no es otra cosa que mostrarse tal cual como uno es.
Por: Biblioteca Pública Piloto de Medellín – Esteban Duperly