Con su luz y su oscuridad, los estilos de vida contemporáneos paradójicamente abrazan el desapego.
Por : María José Gómez Villegas
La Tierra, esa que hoy grita implorando respeto, y que es el lugar que hoy habitamos, está compuesta en un 70% por agua, así mismo nuestro cuerpo está compuesto de un 50% a un 70% de agua. Y yo, que le creo a Bauman, estoy convencida de que la sociedad, la modernidad y el amor, también son líquidos.
“La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales. Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que prima la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva (…) El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos. En esta realidad líquida, lo importante no es conservar los objetos, sino renovarlos constantemente para contentar el espíritu consumista”.
Con su luz y su oscuridad, los estilos de vida contemporáneos paradójicamente abrazan el desapego. Sí, se la llevan bien. Son cómplices, son dupla. Vivir experiencias, tener menos, disfrutar más, son los nuevos ideales de vida de muchas personas. Por ese lado no se oye mal. Un desapego que nos conecta con el ser y la espiritualidad. Vivir el aquí y el ahora, en estado de conciencia absoluta. Sin embargo y – espero- sin quererlo, también estamos dejando a un lado la afabilidad, la empatía y los valores que mínimamente reconocen al otro como un igual, como un compañero de existencia.
Añoro profundamente el valor que tenía la palabra años atrás, donde se confiaba en que el otro hacía lo que decía. Hoy somos laxos, muy flexibles, podemos borrar con facilidad lo que escribimos en un chat, si nos arrepentimos. Cambiar no está mal, es más que necesario, es evolutivo, pero como seres sociales sí tenemos que tener una base sólida de valores, que enriquezcan las relaciones en nuestros entornos, que esos sí que son cambiantes.
Hoy veo a muchos religiosos viviendo bajo la premisa del que reza y peca empata, muchos que añoran la paz, pero no saludan al portero de su casa, muchas contradicciones que evidencian que estamos dejando ir a lo más profundo de los océanos, que se diluyen entre aguas dulces y saladas la base sustancial de la sociedad: los valores. Y entonces no puedo estar más de acuerdo con Bauman, “hemos olvidado la amistad, el amor, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra son sedantes morales para nuestros escrúpulos éticos”.