Para cremar un cuerpo de humano adulto se necesita tener un horno prendido durante dos horas, a unos mil 200 grados centígrados, más tiempo para que los restos enfríen y una trituradora que los termine de convertir en cenizas. Simple, como no lo es el dolor que suele causar una muerte, y como tampoco lo ha sido el debate que ha rodeado a la incineración, del que se desprende por ejemplo que constituye una falta de respeto hacia los difuntos y una práctica contraria a lo humano.
Además de que las formas de duelo y de asumir la muerte pueden ser tantas como comunidades existan, las religiones han fijado su posición frente a la reducción dirigida hasta las cenizas, en uso desde la Edad de Piedra. Católicos, calvinistas, luteranos y budistas la admiten, y en la orilla contraria están adventistas, ortodoxos y judíos y también la ley Islámica, que ordena amortajar los cuerpos en tela de algodón y depositarlos en la tierra con la cara hacia La Meca.
Medellín, Colombia
El gremio local de los funerarios, quienes se autodenominan “los carelápidas”, más una forma de desestrés que una descripción de su apariencia, ha venido notando que en los últimos años la balanza entre entierros y cremaciones se movió hacia la segunda práctica. El Cementerio San Pedro reporta que los usuarios de sus servicios optaron 240 por la cremación y 130 por la inhumación, y en Campos de Paz, donde dicen estar en el promedio, los casos de cremación son del 60%.
Sobre razones, Rubén Silva, de la Funeraria Gómez, opina que es una forma de evitar el duro episodio de la exhumación a los 4 años, “que es igual a vivir otro entierro”, mientras que a juicio de Gregorio Henríquez, del Cementerio San Pedro, “hay quienes tienen la idea de que un cuerpo sin vida es un estorbo”. Más razones las ofrecen firmas que venden el servicio por internet: es más económico, “no hay que comprar parcela, ni lápida”, mucho más higiénico, además “evita los entierros, tan tétricos y depresivos”.
En Medellín hay 13 hornos y prenderlos vale según el sitio 136 mil, 370 mil, 400 mil o 412 mil. Adicional al trámite con la funeraria hay que conseguir un certificado de defunción y una licencia con el Municipio, o bien con la Fiscalía, y terminado el proceso de calor, que puede ser guiado por electricidad, gas o acpm, los dolientes reciben una urna en la que están las cenizas del ser querido y solo las de este. Es la promesa.
No ritual
Pero sin duda lo que más sorprendidos tiene a “los carelápidas”y en general al gremio es el fenómeno del no ritual. Aquí por lo común se ha usado la velación, 15 horas y más, la ceremonia de cuerpo presente y el paso al destino final; sin embargo ahora resulta que como en ninguna otra en el país en esta ciudad van en aumento los casos de personas que son pasadas sin escalas de su lecho de muerte al horno.
Hasta nombre le tienen, para unos cremación directa y para otros “camillazo”, y según las cifras están creciendo: La Piedad en los últimos 10 años de velar el 93% de los difuntos bajó al 76%, por su parte la Funeraria Medellín sostiene que un 30% es sometido al también conocido como camilla – horno.
Hay toda suerte de explicaciones adicionales a la del temor, originado en los noventa en esta ciudad, porque una velación se pueda convertir en masacre. Henríquez, del Cementerio San Pedro, cree que “la gente quiere ser práctica y no ponerse con cortejos, trasnochos y eventos sociales”, y en opinión de Jorge Montoya, de la Funeraria San Vicente, “hay quienes abrevian los rituales para que la muerte, que creen contagiosa, no se les pegue”. Andrés Uribe, de La Esperanza, habla incluso de una moda que se está imponiendo en las clases pudientes, y Juan Sierra, de Los Olivos, señala que hay gente que descarta las salas de velación porque no tolera las tan variadas manifestaciones de dolor de los demás ocupantes.
Y es que además resulta que no hay consenso sobre el comportamiento apropiado y también se cree que llorar denota mala educación y remordimientos y no permite que los muertos se vayan, o que visitar cementerios es malo para la salud.
Salud mental
El no ritual puede ser entendido como un cimbronazo a los presupuestos de las firmas que prestan estos servicios, sin embargo en el gremio coinciden en que el punto aquí es de salud mental, la de los vivos. Explican, la modalidad creciente de despachar un difunto en cuestión de horas no es benéfica para la familia ni para el círculo de amigos porque evitar el cuerpo presente, así sea en cenizas, como también se está usando, no le facilita a nadie asimilar lo ocurrido. Olga Lucía Correa, de La Piedad, expone que “reprimir un dolor tan intenso se convierte no solo en enfermedades, colitis y artritis, sino también en violencia”, mientras Montoya, director de una unidad de duelo, lo expresa de manera gráfica: “Hay que llorar, dejarse acompañar, patalear, y estar con el cuerpo presente, en mi opinión por tres días, para descargar sentimientos y sanar heridas”.
Entre todas las causas posibles, unos 35 mueren en Medellín cada día. En El Poblado son cerca de 60 al año.
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