En Medellín hay por lo menos, que se sepa, tres seres vivos que encajan en esta descripción. Son los tres hipopótamos del Zoológico Santa Fe, padre, madre e hijo. El hijo, aún sin nombre, nació el pasado 26 de marzo y se encuentra bien de salud, listo para recibir a todos los que quieran ir a visitarlo. El padre está separado de su familia, como medida de precaución, por una reja verde, y la madre comparte con su hijo el resto de la jaula en la que viven.
Allí se pasan los días y las noches, la mayor parte del tiempo en el estanque que trata de imitar su hábitat natural. Solo salen a comer o a tomar un poco de sol en estos días de lluvias tropicales. El nené pasa mucho tiempo sumergido, pues además es así como su madre le amamanta. Si va a verlo y solo puede ver el lomo de la madre, observe con atención que de cuando en vez asoman dos pequeños orificios nasales a la superficie. Es el nené que toma aire para sumergirse de nuevo.
Así viven en el África subsahariana, en al cuenca del río Nilo, su mundo natural. De hecho su nombre significaba en griego antiguo caballo de río; los árabes lo llamaban búfalo de agua, y los antiguos egipcios (los de los faraones) lo llamaban cerdo de agua. Y en el agua se la pasan, entrando y saliendo, para mantener su temperatura corporal, y comiendo forraje pues, aunque no aparenten, los hipopótamos son herbívoros.
Los de Medellín se comen unos 100 kilos de comida al día, básicamente pasto y zanahoria y llegan a pesar en su madurez dos toneladas y media (sin probar carne). Los que están en ambiente natural, sin embargo, sí pueden llegar a probar la sangre, aunque en circunstancias extremas, como cuando atacan las balsas de campesinos que navegan por lo que ellos consideran su territorio. Se trata de animales que viven en manadas y que son territoriales al extremo y que como pasan mucho tiempo bajo el agua pueden no ser vistos por las balseros que cruzan el río. Si una de esas balsas se mete en la zona que los hipopótamos tienen demarcada como suya, pues es muy probable que la ataquen. Por eso es que los hipopótamos cobran más víctimas humanas al año que otros animales presentes en esas tierras, como los leones, los cocodrilos y las hienas, como bien lo sabe cualquier televidente asiduo de Animal Planet.
Sentada pues la bravura del animal, hay que decir que Orión, el padre, nació también en el Zoológico Santa Fe, y está separado de su hijo pues en su ambiente natural no es extraño que los machos ataquen a las crías para lograr así de nuevo la disponibilidad sexual de las hembras. Allá, en la naturaleza, las hembras se separan un poco de la manada para cuidar a sus crías. Esos cuidados duran aproximadamente un año.
Pepa, la madre, llegó a Medellín procedente de Nápoles, la hacienda del Magdalena Medio, por lo que se desconocen su origen y pasado. Es celosa y brava en el cuidado de su hijo, al punto que los veterinarios del zoológico no pudieron pesar al recién nacido pues no solo arriesgaban sus vida si lo intentaban, sino la del nené. La madre podría haberlo matado por defenderlo de los humanos.
Por lo pronto, informa la médica veterinaria Marta Cecilia Ocampo, el pequeño hipopótamo crece normalmente, evidencia, como el hecho de que haya podido nacer en cautiverio, los buenos cuidados que reciben los animales del Zoológico Santa Fe, y cita varios ejemplos de animales que se han reproducido allí, a pesar de las carencias propias de un lugar como este en relación con el medio natural.
Los Eland, una especie de antílope, esperan familia para las próximas semanas, y los gansos del Orinoco (unas aves migratorias que por su propia cuenta llegaron al Santa Fe y no se quisieron ir), tuvieron sus gansitos hace unos días.
Al nené hipopótamo se le puede ver más en las mañanas cuando toma el sol. Es fácil de identificar pues es chiquitico, cordial y se la pasa al lado de su madre. No se ríe (el hombre es el único animal que lo hace) pero su mueca da la impresión de ser una sonrisa. Da la apariencia de ser tímido pero si los visitantes están de suerte podrán verlo caminar un poco.