Supongamos que usted está en su apartamento descansando y como tiene una mascota, quiere sacarla un rato. Por eso, sin pensarlo tanto, decide bajar al primer piso de la urbanización donde reside. De inmediato le quita la cadena para que corretee y juegue. Pues usted a eso, aparentemente, no le ve ningún problema. Y mientras ella corre por toda parte, usted está viendo su celular o respondiendo esa llamada.
Por: Sebastián Rico
Sin que se diera cuenta, su mascota orinó en algún poste y también dejó sus heces. De inmediato se da cuenta y con la bolsa los recoge para botarlos. Hasta ahí no hay ningún problema, aparentemente. Sin embargo si lo hay: resulta que en la urbanización (por reglamento de convivencia) está prohibido que las personas saquen a sus mascotas sin su cadena. Siempre deben andar sujetándolos. En ese instante se le acerca el rondero para llamarle la atención, de una manera respetuosa, y recordarle que soltar a la mascota está prohibido. Pero usted, como no está de acuerdo, hace caso omiso. No hay que recorrer todas las urbanizaciones para imaginar que esta escena se repita con bastante frecuencia.
Está claro, no hay que saber de derecho o ser un abogado, se está transgrediendo algo fundamental para una sana convivencia: el respeto. Abro paréntesis: este tema no solo aplica para la convivencia en urbanizaciones sino también como sociedad. Cierro paréntesis. Acá tanto usted como yo tenemos la libertad de estar o no de acuerdo con las normas de convivencia (en este caso me refiero a una urbanización).
Sin embargo, y este es punto álgido, eso no nos da derecho a transgredirlas, pues estas no son una especie de consenso. “Ah, es que yo no estoy de acuerdo con lo de las mascotas”, “no me parece lo de el pico y placa, por eso salgo minutos antes en mi carro antes de que comience a aplicar la norma”, “pero apenas me voy a robar este pedacito de contravía, además no estoy atropellando a nadie” y un sinfín de excusas. Por eso hago una invitación a que dejemos a un lado nuestros pareceres (así vayan en contra de las normas establecidas), que en el fondo no son sino puro ego, para llevarnos nuestro punto. ¿No sería que mejor aprendiéramos? Si ya lo aplican en sus vidas ¡felicitaciones, sigan asi!, a respetar. Por más absurda que parezca la norma de convivencia.