Es difícil saber con certeza quién anda por la calle con hambre o quién se acuesta sin un bocado. Lo cierto es que en Medellín hay quienes no tienen para las tres comidas del día.
La excusa de aquella mujer eran unas gallinas. Todos los días pasaba tocando puertas por las casas de sus vecinos, en el extremo nororiental de Medellín. Pedía sobras de comida para alimentar a aquellos animalitos de corral. Un día la mentira se supo, pero la realidad fue más triste que la excusa que acompañaba el toc toc toc a los vecinos: las sobras de los alimentos recogidos no eran para las gallinas, eran para no dejar morir de hambre a sus cinco hijos.
Esa es una de las historias que más ha conmovido a Luisa Arias, del Banco Arquidiocesano de Alimentos en Medellín, en lo que lleva trabajando para esta fundación sin ánimo de lucro, que les brinda alimento a más de 72 mil personas al día.
Para que se hagan una idea: es como si se llenara cinco veces la plaza de toros La Macarena con niños, madres lactantes, adultos mayores, habitantes de calle, que, si no fuera por esa ayuda, no tendrían posibilidad de tomar las tres comidas del día.
Seguramente la gran mayoría de personas que lean este artículo no saben qué es acostarse con hambre. Yo tampoco lo sé —por fortuna—, pero esa sigue siendo una realidad que pone en riesgo la seguridad alimentaria de un grueso de la población de Medellín.
En medio de “metas cortas”
Según datos entregados por el estudio Cómo va la primera infancia en Medellín, realizado por Medellín Cómo Vamos, se encontró que al cierre de 2017 “el 7,2% de los menores de seis años presentaba desnutrición crónica y el 1,4% desnutrición aguda”. Aunque en los últimos años se ha presentado una tendencia decreciente en el número de casos en ambos tipos de desnutrición en la ciudad, el informe asegura que la meta de reducción de desnutrición infantil a 2030 se queda “corta” frente a los objetivos nacionales e internacionales.
Mientras que en Medellín se pretende que a esa fecha el indicador de desnutrición crónica descienda a 6,4%, para el 2030 el país se propone tener ese mismo indicador en el 5%. Unicef para todo el mundo pretende bajarlo al año 2025 a 4,4%.
Ese mismo informe indica que “para 2017, la población en primera infancia en situación de pobreza excedió en seis puntos porcentuales al total de la población en esa situación, mientras la población en primera infancia en situación de vulnerabilidad excedió en once puntos porcentuales al total de la población en dicha situación”.
El estudio encontró una correlación entre mayores privaciones en el acceso a servicios a la primera infancia y el Índice multidimensional de condiciones de vida. Es decir, en sectores menos favorecidos son más escasos los servicios de atención a los menores de edad. Por ejemplo, mientras en El Poblado en 2017 el porcentaje de menores de 6 años en estado de vulnerabilidad fue de 4,9%, en comunas como Popular y Manrique fue de 73,9% y de 76,3%.
Mientras en 2004 murieron en Medellín nueve menores de cinco años por desnutrición, desde 2009 hasta 2017 murieron tres niños por esa misma causa, lo que ha marcado una reducción en la que es una tragedia como sociedad.
Comedores infantiles
Con el programa de alimentación escolar se ha buscado reducir no solo la deserción en las aulas de clase, sino también evitar que los niños lleguen con hambre a su jornada académica. Para algunos menores en Medellín ir a la escuela reporta el incentivo de recibir un plato de comida que, incluso, según cuentan algunas docentes, hay quienes prefieren guardar para la noche y no irse a dormir con el estómago vacío.
La secretaria de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín, Paulina Suárez, aseguró al inicio de la jornada académica de 2019 que en la ciudad se atiende a por lo menos 300 mil niños y adolescentes matriculados en el sistema educativo en un programa de alimentación escolar que tiene una calificación del Gobierno Nacional de 100 sobre 100.
La inversión en este programa que llega a 458 comedores escolares supera los 130 mil millones de pesos y este año reforzará el menú con lácteos que contienen prebióticos y probióticos, que permiten “una mejor absorción de nutrientes por parte de los menores”, lo que según la funcionaria podría reducir el ausentismo a clases por enfermedades comunes.
Se estima que, por tardar en abril, en todas las instituciones educativas de la ciudad el yogur tradicional migrará a yogur tipo griego, que tiene los componentes que ayudan a una mejor digestión y nutrición de los menores.
Natalia Zuluaga Arroyave, nutricionista dietista y docente en el CES, también recomendó que en este tipo de comedores escolares se incremente la ingesta de frutas que, a su consideración, es “un factor crítico en el crecimiento”.
La profesional manifestó su preocupación por los momentos del año en los que los comedores escolares están fuera de servicio, como en temporada de fin de año y vacaciones, pues, según ella, son periodos en los que los niños beneficiados regresan a su condición de vulnerabilidad. “Los mantiene como un resorte de ganancia y pérdida de peso, que también es perjudicial”, dijo.
Para Zuluaga, cuando se habla de desnutrición también hay que incluir “el hambre oculta” que hace referencia a las deficiencias en micronutrientes como el calcio. Por eso, asegura la experta, se podrían encontrar mayores deficiencias si la valoración sobre la desnutrición no se queda únicamente en la relación peso, estatura, masa muscular.
La sintomatología de esa malnutrición incluye bajo estado de ánimo, bajo rendimiento, cansancio, mucho sueño, problemas de piel como descamación, manchas en la lengua y el cabello opaco que se cae con facilidad, explica la docente del CES.
Acciones: ¿cómo ayudar a mitigar?
Luisa Arias, del Banco Arquidiocesano de Alimentos, aseguró que en el mes se atienden 139 instituciones, que para ser beneficiarias, como mínimo deben ofrecer cobertura a 25 personas y estar legalmente constituidas.
Los principales donantes del Banco de Alimentos son almacenes de cadena, pero también personas naturales se pueden comunicar con ellos para entregar alimentos en buen estado, dignos para el consumo humano, que posteriormente serán distribuidos en rutas previamente establecidas.
Arias también explicó que se pueden hacer donaciones en dinero o de productos de aseo y para el hogar.