Sensible y arriesgada, en búsqueda constante y cuestionadora, sobre todo a ella misma. Se necesitan estas características para atreverse a dejar atrás formatos tradicionales del arte como la pintura y la escultura, renunciar a la relativa comodidad de quienes ya se han hecho un nombre y partir a buscar otros rumbos de expresión. Y eso fue lo que hizo la artista plástica Clemencia Echeverri en 1991, cuando se fue para Bogotá, a la Universidad Nacional, y posteriormente para Inglaterra a hacer una maestría. No fue una decisión fácil pues para ese momento tenía ganado un espacio en Medellín: era egresada y profesora de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, subdirectora del Museo de Arte Moderno y sus obras hacían parte del arte urbano. De hecho, sus esculturas permanecen desde la década de los 80 en varios edificios de El Poblado y otros barrios de la ciudad, así como sus célebres Cometas que desde mediados de los 80 se erigen en la glorieta de entrada al aeropuerto internacional José María Córdova. Sin embargo, llegó un momento en que se sintió limitada por las márgenes de sus pinturas y las mismas esculturas urbanas fueron insuficientes para expresar lo que quería. Eran unos años marcados por la violencia, el país vivía los más complejos procesos sociales de las últimas cinco décadas, y ella no fue indiferente a ellos ni al tratamiento que les dieron los medios de comunicación. “Prendieron alarmas y su protagonismo actuó de manera excedida en la cotidianidad; estas circunstancias atrajeron mi interés por estar más cerca de la realidad, por detenerme en la experiencia directa, en lo afectivo, en lo que somos y en el archivo”, comenta la artista durante un receso en la producción de una nueva obra, en Medellín.
La realidad convertida en arte
Al llegar a Bogotá, Clemencia, nacida en Salamina (Caldas) pero habitante de la capital antioqueña desde los siete años, se sintió más libre para crear e hizo el cambio a partir de experiencias acumuladas. Incursionó en las instalaciones, y en recursos como el video, el sonido, la fotografía y, claro, la pintura; encontró una manera más efectiva de vincular al espectador con el dolor, la soledad, la violencia o lo que sea que quiera expresar, de “conmoverlo, movilizarlo y hacerle ver aquella cosa que no está dicha”.
Sus instalaciones siempre están ligadas a la realidad, con lo que sucede o agobia al país, pero también involucran sus recuerdos familiares y de infancia en el viejo Caldas. Obras que surgen de un hecho concreto, una noticia o simplemente una llamada telefónica. Por ejemplo Treno, la instalación que recién adquirió la Colección Daros de arte latinoamericano, localizada en Zurich, conecta al espectador con el embravecido río Cauca, el visitante puede verlo, oírlo y sentirlo. A través de dos pantallas y el sonido, la artista da cuenta del dolor y la soledad que ha dejado este río cuando los grupos armados lo han convertido en cementerio de desaparecidos. Treno, que significa canto fúnebre, se originó en la llamada de una mujer angustiada que le contaba desde Caldas sobre la desaparición de su hijo. Es, pues, como en sus manos el dolor ajeno, así como la pérdida, el encierro, la muerte, el amor o la solidaridad, se convierten en arte luego de largos meses de investigación, de grabaciones, de exploraciones en su taller y, sin duda, de mucho trabajo de reportería, porque aunque insista en que jamás ha ejercido el periodismo, carrera que estudió en la UPB, se inmiscuye en los temas con alma de reportera y de artista. El resultado, no obstante, no es un hecho mediático sino una instalación que permite nuevas miradas.
Además de estar en la Colección Daros y dentro de pocos días en Colonia, actualmente el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Bogotá exhibe Actos del habla, exposición que incluye cuatro de las obras de Clemencia Echeverri: De doble filo, Apetitos de familia, Treno y Voz/Net. A Medellín la trajo recientemente, además de su nexo familiar, el inicio de un nuevo trabajo. “Estoy intentando acercarme a los momentos en que hemos estado en este país frente a la verdad (…) poner al espectador frente a alguien que dice la verdad”. Y a juzgar por los ensayos que pudimos ver en un estudio, cerca a La 10, esta vez también logrará el objetivo de conmoverlo.