“Una cultura sin drogas, es la verdadera originalidad”

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  Adriana Masieri piensa que aún Colombia no está preparado para legalizar las drogas.  
     
  Desde hace más de dos años Adriana Masieri visita con frecuencia a Medellín con el fin de desarrollar la psicoterapia antroposófica, corriente en la que se especializó en Europa. Hace 15 años se convirtió en pionera en América Latina al fundar en Chile el primer centro de rehabilitación de adictos bajo este modelo y ahora lo quiere replicar en Colombia. En Medellín lo hace en compañía, entre otros, del médico y columnista de Vivir en El Poblado, Jorge Vega Bravo.
“Tengo un dolor muy profundo de ver cómo las drogas y el alcohol están destruyendo todo el tiempo a las personas más valiosas”, dice esta psicóloga, en quien el interés por el tema surgió “como un anhelo muy grande de encontrar formas no violentas de tratamiento para las adicciones, asunto que en los años 87 y 88 era exclusivo de clínicas psiquiátricas. Yo quería desarrollar una visión innovadora en salud mental, que no fuera agresiva, que atendiera las situaciones más básicas de los pacientes y me especialicé en esta orientación que tiene como centro la ayuda al ser humano, su reconstitución y la de su familia.
La psicoterapia antroposófica consiste en reconocer los problemas que se han presentado en los primeros 21 años de vida y en reconstruir estas fases que han estado mal desarrolladas. “Partimos de la base de que la adicción es un problema y no una condición del ser, pues uno de los obstáculos más graves en la recuperación es que la persona se identifica tanto con el problema que pierde la esperanza de convertirse en una persona sana nuevamente (dicen que siempre serán adictos, así no consuman).”
Asegura que con la psicoterapia antroposófica se recupera el 75% de los pacientes. “En nuestro modelo hay una mirada muy esperanzadora, llegamos también a la abstinencia, pero al llegar ahí consideramos que estamos justo en el punto de empezar el tratamiento. Le damos a esa persona la responsabilidad de su vida, para lo que necesitamos trabajar un tiempo largo: reconstruirle primero el cuerpo, luego el alma y luego existencialmente. Construimos un suelo firme para que el paciente tenga el valor para arrojarse a una nueva vida que resulta maravillosa.”

Fuentes de dolor y de adicciones
Según Masieri, entre las fuentes de trauma y dolor que conllevan adicciones están la agresión sexual y las violencias verbal, física y psicológica, pero además identifica en los jóvenes una cuarta causa: “Un trauma existencial, son jóvenes que tienen de todo, no les genera esfuerzo estar en la vida y no encuentran en nada sentido, se meten en las drogas y se empiezan a alienar.”
Otro de los problemas que ha detectado, sobre todo en Medellín, “es que hay muchas generaciones que en los primeros tres años de la vida estuvieron expuestas a morir y esto es gravísimo porque queda como un registro en el alma y en el cuerpo. Cuando el niño o el joven después se vuelve a enfrentar a una situación de peligro surge el miedo a morir, ve una escena de violencia y se queda paralizado porque su cuerpo y su alma vuelven a eso que vivió hace muchos años. Son registros culturales y anímicos de la violencia social que van abortando en el niño la posibilidad de entrega, la confianza y la esperanza. Son personas que no creen que pueden tener un futuro, a quienes cualquier situación los deprime o decepciona con mucha profundidad; encontramos muchas personas maravillosas que no creen en sí mismas y que se niegan a ser amadas.”


Más nocivas de lo que se cree
Considera que las adicciones que más afectan en Medellín son alcohol, bazuco, cocaína, mariguana, éxtasis y yagé. De este último advierte que en algunas personas genera crisis de pánico profundas y cuadros esquizofrénicos. “El problema mayor de las drogas es que son un simulador de nosotros mismos: quiero estar alegre, me fumo un porro; quiero salir de la timidez, me tomo unos tragos; quiero tener una experiencia mística, consumo yagé; quiero tener ideas brillantes, me doy un pase. Todo lo hacen las drogas en lugar mío y esto es muy importante en la sanación porque nuestro camino es invitar al paciente a que vuelva a tomar su lugar en su propio ser. Que el dueño de casa vuelva a habitarla.”
A la mariguana la considera la más peligrosa. “Los estudios científicos muestran que un cigarro de mariguana es equivalente a entre 14 y 17 de nicotina. El segundo mito es que no hace nada en el sistema nervioso, y los estudios serios muestran que se deposita en la zona grasa de las células, de las neuronas, y hay un considerable deterioro de las funciones cognitivas; empieza a desarrollarse una ilusión de ser creativos -porque todos los mariguaneros piensan que son creativos a morir-, hay sobrevalorización de una creatividad que no tiene más que el destino de la copia. Yo invito a los jóvenes a que montemos una cultura verdaderamente original y creativa y eso debería ser una cultura sin drogas, esa sería la verdadera originalidad”.

 
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