Olvidaría el pasado para ocuparme de ese presente que ahora nos cuesta aceptar vivido. Y controlaría mis afanes y angustias.
Te disfrutaría más, hasta en los momentos en los que me doliste o andabas con los pelos de punta. Celebraría como de costumbre tus malos chistes y, además, lo haría con tus enfados sobreactuados porque ya sé que lo que querías era llamar mi atención de algo que estaba pasando por alto. Te besaría antes de que comenzaras la discusión y reconocería mis batallas perdidas en lugar de la cantidad de veces que me armé para entrar a ese campo de guerra que poco a poco construimos y nos destruyó. Te invitaría a los planes que sabía nos hubieran encantado sin miedo a recibir un “no” de tu parte… ¡es más!, no lo habría aceptado y habría aparecido allí en tu casa sin dar lugar a tus negativas.
Volvería a disfrutar eso de estar abiertamente enamorada, babosa, pegotuda: intensa, sin miedo a matar tus ganas de verme o de estar conmigo. Aunque esta vez haría un par de llamadas más y te enviaría mensajes de texto para no dar lugar a que llegaras a pensar que tal vez no me preocupaba lo suficiente por ti. ¡Qué tonto ese vicio humano de controlar las emociones por miedo a parecer vulnerable por sentir tanto amor! Como si amar nos pusiera en riesgo, cuando lo que pone en riesgo el alma es arrepentirnos de no haber amado sin caparazón.
Te repetiría una y otra vez al oído: “no pares de abrazarme, yo digo cuándo termina”. Y sin reparo descargarme ahí en tus brazos como era costumbre. Habría omitido palabras ofensivas y silencios cómplices de tus reproches absurdos. Escribiría en algún papel ese argumento que siempre debí decirte, pero que en plena discusión se me olvidaba porque me desconcentraban tus palabras, tu poder para expresarte y convencer.
Haría de tus logros días de fiesta desde el desayuno hasta la cena, incluyendo postre. Habría olvidado mis celos con solo recordar que me estabas dando el alma en cada momento. También lo habrías hecho, lo sé. Olvidaría el pasado para enfocarme en ese presente que ahora nos cuesta aceptar vivido. Controlaría mis afanes y angustias para no arrepentirme ahora de desperdiciar algunos momentos de calma y tiempo contigo.
Habría tomado tu mano aunque estuviéramos molestos, de nuevo. Apagaría el teléfono. Escribiría muchas más cartas. Habría visto esa película. Repetiría ese “sí” sin mesura. Olvidaría las reglas y la hora de regreso. Dejaría ir con facilidad. Destruiría tus miedos e incertidumbres con mis abrazos que se te hacían sanadores… sí, lo repetiría cientos de veces. Te daría un toque, te escribiría, te besaría primero, de nuevo. Esto es vida a todo volumen, besos con pestañas, Poe, jugar al muerto, el aliento a cebolla.
Quiero que sepas que si volviera a ese día en que te conocí lo repetiría todo igual, solo que esta vez sin miedo a perderte.