Es difícil seguirle el paso porque siempre está buscando cumplir una nueva meta. Su vida a cada hora va a un ritmo diferente: como pasar de un musical de Broadway a reguetón y luego a clásica.
Por Daniel Palacio Tamayo / [email protected]
Cuando a los diez años una amiga llevó a Mariana Tobón a conocer un salón de baile, ella no podía entender cómo no había estado en un lugar así de fantástico hasta entonces. Desde ese día sintió que ese sería su sitio. Que pertenecería para siempre a ese espacio con piso en madera y paredes con espejos, en el que era feliz. Lo quería para siempre.
Escena uno: El colegio
Cuatro años después ya estaba dictando clases de danza. Era en su colegio, el Columbus School. En los recreos, preparaba las coreografías con niños y niñas de primaria. “¡Era un plan delicioso!”, dice mientras recuerda cómo renunciaba en plena adolescencia a las conversaciones en los descansos con sus amigas por estar bailando.
Escena dos: El garaje
Después le propusieron que las clases no fueran solo en los descansos sino en el garaje de su casa. Su mamá le acolitó esa idea “sin saber en lo que se estaba metiendo”, pues en cuestión de meses el número de alumnas de la recién creada Academia Mariana Tobón, en el barrio Lalinde, se contaban por decenas.
Escena tres: Nueva York
Con lo conseguido en las clases de garaje, ahorró para irse a Nueva York a estudiar danza, pero se llevó la sorpresa de la vida: le faltaba formación. Después de eso regresó a estudiar actuación.
Escena cuatro: Be Academy
Hoy su academia tiene más de 500 alumnos y es el lugar que siempre soñó para formar en danza, canto y teatro, también para potenciar con artes escénicas las habilidades de bebés desde los tres meses hasta niños y adolescentes que buscan minimizar temores y derrumbar barreras. Pronto espera tener el aval para dictar un programa técnico laboral en formación en danza.
Escena cinco: la vida
A los 24 años, su papá le dijo: “hija, creo que la danza sí era lo tuyo”.
Aunque ya era tarde para seguir en esa profesión, Mariana Tobón se dio cuenta de que sí es posible vivir de lo que se sueña; por eso cada que se encuentra con jóvenes —de esos llamados millenials— no solo les ve pasión, curiosidad y ganas de devorarse el mundo, sino que los invita a trabajar por su mejor versión.
“Lo más complejo es la inmediatez; hay que entender que hay cosas que toman tiempo”, anota.