La oferta y la demanda de cuentas en Instagram se ha convertido en un negocio rentable, pero muy difuso. ¿Cuál es el fin?
Por Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]
“Algún contacto de alguien que venda perfiles en Instagram”, preguntó el 15 de octubre un integrante de Wiki Parceros, un grupo con acceso restringido de Facebook. Los comentarios que recibió no fueron los más motivantes: “Pésima idea”, “no lo hagas”, “por lo general son robadas”, “no lo recomiendo”.
¿Por qué hay oferta y demanda de cuentas de esta red social? ¿Son ciertas las opiniones negativas? El consultor digital Sebastián Grisales explica que esta no es un práctica reciente, pero sí en auge. Han sido los políticos y las celebridades los más interesados en engordar sus perfiles de seguidores para nutrir sus tácticas o su ego, pero se han visto casos recientes de empresas que consideran que con esa estrategia su mensaje corporativo tendrá más alcance, o de personas con necesidad de sentirse reconocidas y que los demás los acepten, aún cuando sea en el entorno digital.
Esta práctica, afirma Grisales, tiene sus pros y sus contras (más las segundas que los primeros). A favor, que las cuentas con más seguidores son susceptibles de ser contactadas para adelantar campañas de mercadeo digital, y aparecen más fácil en los motores de búsqueda.
En contra, Sebastián comenta que muchas de las cuentas que son ofrecidas -por valores entre $3 millones y $20 millones- son ficticias y están inactivas.
“El alcance que tendrán los mensajes, el relacionamiento con sus seguidores y la interacción no será el imaginado, pues los seguidores son falsos. Muchas empresas contactan a influenciadores por la cantidad de usuarios que los siguen, pero cuando revisan las estadísticas del alcance de sus publicaciones pierden su prestigio y son descartados”, dice el consultor, cuya recomendación es evitar comprar perfiles y mejor trabajar por conseguir sus propios seguidores con una buena estrategia digital.