Al principio, caber se siente más seguro, pues no tenemos que mostrar quiénes realmente somos. Nos unimos a un grupo con una armadura puesta. Evitamos el conflicto, decimos sí para agradar.
Todos los seres humanos tenemos el anhelo de pertenecer. Es una necesidad tan fundamental como el aire o el agua. Históricamente ser desterrado era una condena a la muerte. Hoy en día, necesitamos saber que pertenecemos a nuestra familia, a nuestro grupo de amigos o al círculo social del cual somos parte.
La soledad es el síntoma que nos dice que necesitamos pertenecer. Cuando nos sentimos solos, buscamos compañía y al recibirla nutrimos nuestra alma. Sin embargo muchas veces aunque estemos rodeados de persona nos sentimos solos. ¿Por qué? Una respuesta es que estamos confundiendo caber y pertenecer.
Caber significa que hemos logrado ser parte de un grupo, pero hemos escondido partes de nosotros con tal de recibir su aprobación. Esto sucede, por ejemplo, cuando en nuestro trabajo nos guardamos una opinión que es contraria a la de nuestro jefe por miedo a perder nuestro empleo. O cuando en una relación amorosa escondemos lo que nos molesta con tal de agradar al otro.
Pertenecer significa que un grupo nos ha aceptado tal y como somos. Podemos no siempre estar de acuerdo, nos dejamos ver imperfectos, enojados o inseguros y aún así nos aceptan.
Caber nos hace sentir solos, por el contrario pertenecer es lo que nutre nuestra alma. El reto está en que para poder pertenecer necesitamos revelar partes de nuestra personalidad que nos hacen sentir expuestos.
Al principio caber se siente más seguro, pues no tenemos que mostrar quiénes realmente somos. Nos unimos a un grupo con una armadura puesta. Evitamos el conflicto, decimos sí para agradar y nos guardamos nuestra verdad. Nadie puede juzgar nuestra propia esencia. El problema es que en el fondo sabemos que ese grupo, no nos está aceptando a nosotros, sino que está aceptando la máscara falsa que nos hemos puesto. Y entonces, aunque estamos rodeados de personas, nos sentimos solos.
Adicionalmente, cuando queremos caber, vivimos con miedo a que otros descubran nuestro verdadero ser. Tenemos miedo a que descubran nuestras debilidades, sentimientos o diferencias y es este miedo el que empieza a dictar cómo nos comportamos. Y pronto ese falso sentimiento de estar protegidos desaparece.
Por el contrario, pertenecer se siente peligroso y vulnerable al principio, pues debemos mostrar nuestra verdad. Eso significa que decimos no, cuando no queremos algo, expresamos nuestra rabia y tristeza igual que expresamos nuestra felicidad y nos enfrentamos al conflicto. El riesgo es alto, pues nos pueden rechazar o juzgar, pero el premio es más grande aún: nos sentimos tanto protegidos como libres.
La investigadora Brené Brown dice: “El verdadero pertenecer es la práctica espiritual de creen en y pertenecer a nosotros mismos, de una manera tan profunda que podemos compartir nuestro ser más auténtico con el mundo. Esto no requiere que cambiemos; por el contrario, requiere que seamos quienes realmente somos”.