Fue diagnosticada con insuficiencia renal hace casi seis años, y desde entonces se ve sometida a diálisis día de por medio, pero tenía miedo de pensar en un trasplante.
Por Claudia Arias Villegas / [email protected]
Desde que Gloria Cárdenas padece su enfermedad sabe que una alternativa para una mejor calidad de vida es un trasplante de riñón, pero nunca lo había considerado por temor. “Me dan miedo las cirugías, los hospitales, que le saquen un órgano a uno y le pongan otro es difícil de asumir”, expresa.
No obstante, hace poco más de un mes aceptó la invitación de un compañero de su unidad de diálisis para presentarse a la Fundación Nacional de Trasplantados: “me dijo que aquí nos daban apoyo de muchas formas y además estaba la posibilidad de entrar a lista de espera para un riñón, estoy terminando de hacer el protocolo para ello”.
Se siente lista para dar un paso que sabe que le permitiría tener una mejor calidad de vida, si bien dice que una vez aceptó su condición y aprendió a vivir con esta, la lleva de buena manera y trata de no pensar en que está enferma. Pero la diálisis le toma cuatro horas día de por medio y si no se la hacen se hincha y se empieza a sentir asfixiada.
De hecho, con su enfermedad no pudo volver a trabajar en los talleres de confección como solía hacerlo, por fortuna sus padres Héctor y Luz Mery la acogieron y la apoyan en todo desde que se diagnosticó su condición y su esposo se marchó. Vive con ellos y su hijo Kevin de 13 años; su hija Marielly de 23 está casada.
Hoy, tras seis años de una forma de vida a la que se ha acostumbrado, Gloria mira el miedo de frente y sueña con vivir de otra manera, y en la Fundación la apoyan y preparan mientras resulta su donante de riñón. Ella, que les tiene tanta pereza a clínicas y cirugías, quizás encuentre una manera de librarse de estas cuatro veces por semana, cuando no tenga que someterse a diálisis.