“Pruébame y verás que todos somos adictos…”
Por: Paula Andrea Vélez Castillo/ Sociedades mediáticas/ [email protected]
Estábamos equivocados: ¡No existe la adicción a internet!
En días pasados, TigoUne compartió los resultados de una investigación acerca de la relación de niños y jóvenes colombianos con internet. Como parte del evento de lanzamiento, el profesor de psicología de la Universidad Ramón Llul, Xavier Carbonell, presentó una “consideración crítica acerca del móvil y las redes sociales como conductas adictivas”. Carbonell argumentaba que, en el sentido estricto del término, no existe lo que podría denominarse una adicción a internet, a los celulares o a las redes sociales, pues desde el punto de vista de la psicología, esta conducta no cumple con una serie de factores determinantes de una adicción como, por mencionar solo el más grave, “muerte por sobredosis”.
Carbonell lo ejemplifica de la siguiente manera: ser adicto al móvil es como decir que el adicto a la heroína es adicto a la jeringa con la cual se la inyecta. Para él, internet y los dispositivos no son más que el medio para acceder a lo cual la persona presenta una conducta adictiva. Haciendo mi propia interpretación, no somos adictos al móvil sino a los contenidos. ¡Wao! ¡Ahora que lo escribo suena tan obvio, tan evidente! Soy profesora de una materia relacionada con la sociedad y la tecnología, y confieso que estuve equivocada con el uso de este término durante mucho tiempo. Pero el argumento es contundente.
Pensémoslo: quien es adicto a las apuestas por internet es adicto… ¡a las apuestas! Y con toda seguridad cuando pase frente a un casino le será difícil evitar sucumbir a la tentación de entrar y apostar. Quien es adicto a la pornografía online, en realidad lo es… a la pornografía. En la literatura médica solo se hace mención a un caso de adicción a Facebook, y todavía genera debate.
Internet y los dispositivos son proveedores de esas conductas adictivas. Y proveedores muy eficientes, pues facilitan y abaratan el acceso a ellas, lo cual los convierte en reforzadores de la adicción.
Pero ojo: no significa que al no considerarse la adicción a internet no exista el uso excesivo del internet. Y el uso excesivo es preocupante porque en muchas ocasiones es el indicador de un malestar o de un problema primario. Por eso es importante hacer un acompañamiento de nuestros niños y jóvenes cuando detectamos un uso excesivo de las tecnologías.
No se trata de un cambio de palabras para definir el mismo problema. Al hablar de “uso excesivo” y no de “adicción” entramos a un terreno más optimista, en el cual reconocemos todos los beneficios de la tecnología, tenemos más en cuenta el contexto y las formas para controlarlo son más amables que los usados para una adicción.
Se trata, para citar un concepto usado por Charo Sádaba (otra de las expositoras en el evento mencionado), de hacer caer en la cuenta a nuestros jóvenes no de qué tanto están usando la tecnología, sino de qué tanto se están perdiendo por hacerlo en exceso.