Tres puntos de vista. Tres formas de ver la vida. Desde la sabiduría y la calma que da la edad, hasta el brío y la inquietud de la juventud.
Por Juan Pablo Tettay De Fex
Dicen que la artesanía tiende a desaparecer: técnicas como el tejido en espuma de la filigrana hoy solo lo domina una persona en Santa Fe de Antioquia. La oportunidad de conocerla está en Expoartesano, en Plaza Mayor, y va hasta este domingo 8 de julio. Tres generaciones hablaron con Vivir en El Poblado.
La sabiduría
Pastora Juajiboy de Jamioy es artesana, partera, curandera, poetisa y sobandera. Le ha enseñado, además, a unas 3.000 personas a tejer con chaquiras y con hilo. Es famosa en la etnia Camentsá en Sibundoi, Putumayo. A sus 85 años es portadora de un legado: habla a la perfección su lengua materna, “a pesar de que en el internado me decían que me olvidara de ella”. Además del arte del tejido, se preocupa porque su cultura no muera y dice que quienes deberían enseñar la lengua camentsá son los mayores de 60 años, “que son los que mejor la hablan”. En la década de 1970 fue la primera mujer indígena premiada en textiles por Artesanías de Colombia. “Me gané 1.000 pesos y esa fue la cuota inicial de mi casa”. Es dueña de técnicas y saberes ancestrales: “todo lo tengo guardado en mi memoria y por eso no me equivoco”. Y su memoria se remonta a cuando tenía 5 años: ávida de conocimiento imitaba a su madre “y así fui aprendiendo, aunque hice muchos daños, pero así fui mejorando mis habilidades”.
El conocimiento
Concentrada tejiendo está María Jacinta Cuchillo Tunubalá, lideresa de Silvia, Cauca. Representa a varias mujeres que han encontrado su sustento en el tejido. Tiene 42 años y habla con la experiencia de una madre. Tres días se demora elaborando una mochila, pero detrás el proceso es de paciencia: ella esquila las ovejas, hace los hilos y los tiñe con tintes naturales. Semanas se le van en el proceso. Y en sus labores diarias, también, está la de enseñarle a su hijo a tejer “pero es difícil porque a veces me gana la tecnología”. Y a pesar de ello está allí, a su lado, creando un pequeño llavero. El tejido es femenino para los guambianos, se le enseña a las niñas desde que tienen cinco años y a medida que crecen van perfeccionando la técnica. “El refuerzo más grande se hace en el encierro que tienen después de su primera menstruación”, dice Jacinta. Son conocimientos que les serán útiles en la adultez. A Jacinta le enseñó su mamá: es un arte que se transfiere de generación en generación.
La energía
“A golpe de marea se afina la marimba” dice Iván Cortés, de 22 años. Este lutier viene desde Tumaco y fabrica instrumentos musicales tradicionales. ¿A golpe de marea? “Sí, se compara con el sonido de las olas… También se llena una caña de guadua de agua buscando el sonido que necesitamos y ahí es donde tenemos que cortar”, dice. Iván aprendió de su tío, pero cuenta que, al principio, el tío era egoísta con el conocimiento: “que no era para pelados chiquitos, me decía”. Con el tiempo se ganó la posibilidad de aprender. Hoy les enseña a sus sobrinos para que la tradición permanezca. Con sus compañeros comparte el amor por la música, lo llevan en el alma y lo muestran desde la construcción de instrumentos, hasta el baile y el canto. Hablan de música tradicional, es la que les enseñan a los niños. Les duele que en otros barrios de sus pueblos, Tumaco y Guapí, hayan dejado la tradición para darle paso al reguetón. “A los niños hay que enseñarles, para que no maltraten las costumbres”.