El del Barrio Colombia es un ambiente distinto. Allí es donde Medellín ha fundamentado gran parte de su reconocimiento como capital industrial. Toda una cuadra huele como a húmedo y como a salado y se descubre el porqué al ver a varios hombres cargar un camión con grandes cuadros de queso. Unas casas más hacia el Río Medellín, otro grupo de muchachos preparan las latas de un vehículo para llevarlo a pintura, mientras los siguientes en el turno esperan estacionados en los alrededores de la casa. El Colombia es un barrio sin andenes, al menos cuando funciona la jornada laboral.
Cerca del taller abrieron recientemente el tercer banco en el barrio y un poco más hacia el sur varios empleados juegan un partido en la cancha de fútbol de la empresa, luego de la hora del almuerzo. Otro, quien no tiene tiempo para jugar y afuera de la malla, lee las páginas que quedaron de un viejo Espacio con su espalda apoyada en el andén y su cabeza recostada en el zócalo de la fachada de un restaurante, de aquellos que cobran 2.300 pesos por una bandeja de media mesa. Mientras tanto un compañero revisa con un mecánico las posibilidades de que su vehículo encienda.
Según un estudio de1995 realizado por el Comité Cívico De Participación Ciudadana del Barrio Colombia y el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, la población mayoritaria del sector en mención es la flotante con cerca de 30 mil personas, quienes laboran en talleres de reparación automotriz y venta de repuestos; confecciones y telas; en mecánica industrial; distribuidoras, metalmecánica, productos de acero, conservas, zapatos y muebles tubulares, entre otros. El 18% de las empresas o negocios están dedicados a los servicios automotores.
¡Es que aquí también vive gente!
Cuando la ciudadela empresarial e industrial cierra, el barrio no muere. Allí, entre talleres, grasa, ruidos, vehículos estacionados y olores, viven 181 personas, según informa Amparo Arango, líder cívica del sector. Son 28 viviendas cuyos propietarios siguen resistiendo a la tentación de vender.
Simesa. Según la tradición oral, la llegada de la siderúrgica fue uno de los primeros pasos para el poblamiento del sector hoy denominado Barrio Colombia. Esta imagen corresponde al año de 1960.
Los recuerdos de doña Amparo indican que cuando ella llegó, por allá en 1958 -28 años después de que el Colombia se poblara-, el barrio estaba conformado sólo por las carreras 44 y 45, entre calles 24 y 28. Es decir, cuatro manzanas, todas residenciales, vecinas de grandes mangas y de Simesa, Argos, Pintuco y la primera piedra de Erecos, entre otras industrias.
Doña Amparo también recuerda que por los años 70 varias empresas, industrias y talleres identificaron al barrio como un buen sitio para asentarse. Por eso no sólo las grandes extensiones de terrenos baldíos sino también algunas de las viviendas fueron vendidas y ocupadas para el uso actual. Hoy, por algunas de esas viviendas los empresarios ofrecen más de los 130 millones de pesos en que están avaluadas por catastro, cuando hace 25 años a doña Amparo su casa le costó 70 mil pesos. Tal vez ese sea uno de los motivos para que en los últimos seis años la población haya disminuido en 109 personas.
“De aquí no me voy”
No importan los martillazos provenientes del taller del frente; menos que en el primer piso del edificio donde reside, un mecánico esté instalando un equipo de sonido en un vehículo y que tenga que probar durante varios minutos cuál es el máximo volumen que resisten los parlantes. Tampoco que sólo puedan celebrar la misa cada quince días, pues en el Colombia no hay iglesia y la parroquia a la cual pertenecen -el Perpetuo Socorro- queda por el Hospital General. Menos que pase una sola ruta de bus. Así los niños no tengan donde jugar o deban desplazarse hasta el centro o hasta la escuela Guillermo Echavarría -calle 10 con 43B- para poder estudiar, la mayoría de vecinos, entre ellos doña Amparo, dicen que de ahí nunca se irán.
“Este es un barrio muy sano y de gente buena, el Comité Cívico de Participación Ciudadana y la industria nos apoyan mucho y tenemos muy buenos servicios públicos. Los que han vendido vienen a visitarnos y se van llorando”, dice doña Amparo entre el taladrar de las máquinas del taller de confección que tiene su hijo en el piso de arriba. “Eso es sólo de día porque de noche todo es santa paz”, explica.
La nueva estratificación
Según la Gerente Social de El Poblado, Gloria Patricia Correa M., en el Barrio Colombia se han detectado serios problemas de orden social como hacinamiento en las viviendas, con casos de inquilinato hasta de seis personas por alcoba. También se ve el uso múltiple de las mismas, hasta el punto que conoció el caso de un predio que tiene funciones de taller, de venta de comestibles y de casa de prostitución no “oficial”.
A criterio de la Gerente, el origen de los problemas que aquejan a este barrio de El Poblado es que en el municipio, entendido como alcaldía y demás, no saben de la existencia de habitantes, tanto así que en el mapa de usos del suelo de Medellín el Barrio Colombia figura exclusivamente como industrial. Eso sumado a las dificultades que se han presentado entre los residentes para conformar grupos de trabajo, tales como una acción comunal, dan como resultado que nadie conozca la otra cara, la residencial.
Nuevos estratos
Con todos los argumentos señalados -hacinamiento, subempleo, carencias en el transporte público y de templos, parques y zonas recreativas, entre otros- el Comité Cívico de Participación Ciudadana local y la Gerencia Social de El Poblado recurrieron en mayo de 1996 al Departamento de Planeación para solicitar una revisión y cambio en la estratificación de algunas de las viviendas del sector. El resultado, tras un recurso de reposición, fue positivo: a partir de este año algunos de los predios ubicados en la carrera 45 con calles 24 y 28 pasarán del cuatro al tres. Así mismo, otra vivienda de la 44 bajó del tres al dos, hecho que representará tarifas menores en los servicios públicos para casi 20 propiedades.