Esas cosas que los padres no toleran

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Hay cosas del comportamiento de sus hijos que a todos los padres les alteran, en especial si suceden en público, aunque no necesariamente. Esta es la lista básica, construida con base en las quejas más reportadas por los padres: Comerse las uñas, chupar dedo, juguetear con el pelo, hurgarse la nariz y aguantar la respiración.

Sin embargo, cualquier padre con algo de experiencia (a algunos les dicen abuelos) sabe que hay que tomar estas cosas con calma. En la mayoría de los casos, una costumbre de este tipo constituye solo una etapa en el proceso normal de desarrollo y no un motivo de alarma.

Y si de las cinco de esta lista, un mismo niño las ejerce por parejas (una mano en la boca y la otra enroscada en el pelo), los padres no deben desesperarse por duplicado pues esto no es nada sorprendente: las malas costumbres suelen presentarse en combinación.

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¿Cuál es el problema?

Un hábito es un fuerte patrón de comportamiento que se repite una y otra vez. Dicen los especialistas que el niño que manifiesta este comportamiento normalmente no es consciente del mismo. No obstante, a pesar de que los niños no se dan cuenta de su comportamiento, los padres lo perciben en nanosegundos.

Para quienes es corriente ver a su hijo masticando restos de uñas, la noticia es que este es uno de los hábitos más comunes de la infancia. Algunos estudios estiman que el 40% de los niños entre los 5 y los 18 años se muerden las uñas; algunos ocasionalmente también pueden morderse las uñas de los pies. Niños y niñas tienen esta tendencia cuando están chiquitos, pero a medida que se van haciendo mayores, los niños son más propensos a morderse las uñas.

Jugar con el pelo, por el contrario, es más común en las niñas. Este hábito puede aparecer al principio de la infancia y prolongarse hasta la adolescencia.

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Meterse los dedos a la nariz constituye un hábito que, aunque se inicia normalmente en la infancia, puede persistir hasta la madurez. Un estudio realizado en 1995 en adultos puso de manifiesto que el 91% de ellos se hurga la nariz con regularidad.

La preferencia generalizada por el pulgar como dedo para chupar puede sugerir que es más agradable que el dedo índice. Sin embargo, esta preferencia parece ser accidental porque el pulgar entra en contacto con la boca como consecuencia de los movimientos espontáneos que realiza el niño. Algunos niños chupan también sus otros dedos o incluso todo el puño además o en lugar de los pulgares. Este hábito es más común en los niños pequeños. Las cifras así lo indican: Aproximadamente el 45% de los niños de 2 años se chupa el dedo mientras que solo lo hace el 5% de los niños de 11 años.

Cuando un niño de 2 años intenta contener la respiración para confrontar a sus padres, al principio logra su cometido. Este comportamiento común resulta más alarmante para los padres que peligroso para el niño. Generalmente, este hábito ocurre una vez por semana, aunque algunos niños lo practican varias veces al día.

¿De dónde sale esto?

¿Por qué hay niños que se pasan el día con los dedos en la boca? Y ¿por qué hay siempre un mechón de cabello dando vueltas en la cabeza de las niñas? Los expertos admiten no saber a ciencia cierta el origen del hábito, pero sí dicen saber que se trata de un comportamiento adquirido que generalmente proporciona al niño un resultado positivo.

Los hábitos pueden desarrollarse como un entretenimiento para un niño que se aburre, o en general, como un mecanismo para calmar la ansiedad. Cuando descubren a su hijo comiéndose las uñas o jugueteando con el pelo, los padres deben recordar si recientemente ese niño ha tenido una experiencia estresante. Puede que él solo trate de aliviar la tensión del mismo modo que un adulto se relaja, a veces con prácticas mucho más cuestionables. O quizá la explicación de que un niño se coma las uñas está en que sigue el ejemplo de sus padres. Los estudios sugieren que el hecho de morderse las uñas podría tener un fuerte componente genético o familiar.

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Otros hábitos podrían tener su origen en la infancia. Para los bebés, chuparse el dedo constituye un comportamiento común tranquilizante y placentero, asociado al hecho de comer y calmar el hambre. Esta conducta puede continuar en la niñez debido a sus asociaciones positivas. También jugar con el pelo puede representar un intento por parte del niño de recuperar los sentimientos relacionados con el contacto con el cuerpo o la ropa de su madre.

No obstante, otros niños hacen cosas molestas (a los ojos de los adultos) para llamar la atención o como un intento de manipular a sus padres. Cuando un niño siente que sus padres le ignoran, podría utilizar esta mala costumbre porque sabe que provocará una reacción de su parte. Un niño que no quiere irse a la cama cuando le toca puede recurrir a toda suerte de artimañas para asustar a sus padres y para que le dejen quedarse levantado durante más tiempo. Este es un comportamiento adquirido que puede indicar que un niño está intentando controlar su entorno. Algunos expertos aseguran que hay hábitos que aparecen más a menudo cuando los padres son sobreprotectores o estrictos con los horarios.

Control parental

La buena noticia es que la mayoría de los hábitos desaparecen con el tiempo, aunque en el momento vuelven locos a algunos padres. En muchos casos, si los padres ignoran el hábito, el comportamiento desaparecerá eventualmente, puesto que el niño ya no lo necesita o lo ha superado. De hecho, muchos hábitos desaparecen cuando el niño alcanza la edad escolar.

Padres, si las costumbres de sus hijos están haciendo que ustedes pierdan el control, si piensan que el niño ya es demasiado mayor para tener este hábito, o si el hábito molesta a otras personas, pueden intentar seguir los siguientes pasos para tratar de evitarlo:

Del mismo modo que los hábitos tardan tiempo en desarrollarse, llevará tiempo (quizá tres semanas o más) sustituirlos por otro comportamiento alternativo, así que ármense de paciencia. Recuerden también que hay que ser constante en premiar el buen comportamiento. El nuevo hábito positivo debe estar firmemente establecido para que el antiguo desaparezca.


¿Cuándo una mala costumbre es algo grave?

En algunos casos aislados, una mala costumbre deja de serlo para constituir el resultado o la causa de un problema físico o psicológico. Esta puede ser un síntoma de una enfermedad más seria. Por ejemplo, un niño que se hurga la nariz puede sentir incomodidad porque se ha introducido un objeto en la nariz, o porque la sangre seca de una hemorragia nasal esté haciendo que le pique y le duela. Un niño que se chupa constantemente el dedo puede estar sufriendo ansiedad grave y debilitante.

A pesar de que los hábitos suelen ser benignos, una mala costumbre que llegue a producir daños o lesiones corporales en el niño deja de ser un hábito. Juguetear con el pelo no es peligroso en sí mismo, pero si la niña empieza a arrancarse mechones de pelo, puede tratarse de tricotilomanía, un trastorno más serio. Si el niño se muerde muchísimo las uñas, podría desarrollar infecciones. Y los niños que se chupan el dedo constantemente pueden desarrollar problemas dentales, como desviación de los dientes, cuando sean mayores.

Cuando un hábito se produce con tanta frecuencia que afecta a las relaciones sociales del niño o interfiere en su funcionamiento diario se convierte en un comportamiento obsesivo, como los que se producen en un trastorno obsesivo compulsivo. Cuando alguien impone un cierto control sobre un comportamiento obsesivo empieza a sentir una ansiedad creciente hasta que vuelve a retomar este comportamiento. Si un niño es objeto de burlas en la escuela, o tiene dificultad para hablar porque no se quita el dedo de la boca, su comportamiento va más allá de un simple hábito.


Ayuda profesional

La mayoría de los hábitos son benignos y no requieren la intervención de un profesional. No obstante, si el hábito afecta al funcionamiento social o físico del niño, o si éste persiste incluso después de haber probado las técnicas anteriores, el comportamiento puede deberse a una causa emocional o física más seria. En estas situaciones hay que consultar al pediatra o a un profesional de salud mental.


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