La depresión puede ser una respuesta transitoria a muchas situaciones estresantes. En los adolescentes los bajones de ánimo son comunes por el proceso normal de maduración, el estrés que esto lleva implícito, la influencia de las hormonas sexuales y los conflictos por la independencia con los padres.
También puede ser una reacción a un evento traumático, tal como la muerte de un amigo o de un familiar, la ruptura con la novia o el novio o un fracaso escolar. Los adolescentes que tienen baja autoestima, son extremadamente autocríticos y que sienten que tienen poco sentido de control sobre ciertos eventos negativos, están particularmente en riesgo de deprimirse cuando enfrentan hechos o situaciones estresantes.
La depresión clínica en adolescentes es difícil de diagnosticar porque el comportamiento normal a esta edad está marcado por subidas y bajadas de ánimo, con períodos alternados de “el mundo es maravilloso”, con “todo esto es una mierda”. Estos altibajos pueden darse en períodos de horas o de días.
Un estado de ánimo caído, disminución del rendimiento escolar, relaciones tensas con la familia y los amigos, abuso de substancias y otros comportamientos negativos pueden indicar un episodio depresivo serio. Estos síntomas pueden ser fáciles de reconocer, pero la depresión en adolescentes a menudo se manifiesta de forma muy diferente a estos síntomas clásicos.
Dormir en exceso, cambios en los hábitos alimenticios e incluso comportamiento criminal (pequeños robos) podrían ser señales de depresión. Otro síntoma común de depresión en los adolescentes puede ser una obsesión con la muerte, que podría tomar la forma de ideas suicidas o de temores acerca de la muerte y miedo de morirse.
La depresión de largo plazo usualmente tiene su arranque durante la adolescencia o los primeros años de la adultez, pues el porcentaje de adolescentes que han padecido un episodio de depresión es más o menos similar que el de adultos que sufren esta enfermedad.
Las adolescentes tienen el doble de probabilidades de sufrir depresión que los adolescentes. Entre los factores de riesgo están los eventos estresantes de la vida, particularmente la muerte de uno de los padres o el divorcio de ellos; el abuso infantil (tanto físico como sexual), habilidades sociales pobres, enfermedades crónicas y una historia familiar de depresión. La depresión también está asociada con los desórdenes alimenticios, particularmente la bulimia.
Investigación y diagnóstico
Para determinar si un adolescente padece depresión, el médico puede ordenarle una serie de exámenes físicos y quizás una evaluación psiquiátrica:
Exámenes físicos y de sangre para descartar otras causas médicas para los síntomas (por ejemplo hipotiroidismo, embarazo, enfermedad del riñón).
Evaluación sobre un posible abuso de substancias (el beber excesivo, el fumar marihuana con frecuencia y el abuso de otras drogas pueden ser tanto causas como consecuencias de la depresión). La práctica médica en el tratamiento de las adicciones en el pasado asumía que la depresión era solo un síntoma del uso, no una causa potencial, y se dejaba sin tratar. Las investigaciones recientes muestran que esto lleva a un riesgo mayor de recaída.
Evaluación psiquiátrica para valorar una historia persistente de tristeza, vacío o ánimo irritable y pérdida de placer en las actividades cotidianas. Evaluación de otros desórdenes psiquiátricos potencialmente coexistentes (tales como ansiedad, manía o esquizofrenia).
Valoración de riesgos suicidas u homicidas.
La información que puedan suministrar otros miembros de la familia o personal del colegio es a menudo útil para identificar la depresión de adolescentes.
Tratamiento
Las opciones de tratamiento para los adolescentes con depresión son similares a las de los adultos deprimidos e incluyen psicoterapia y medicamentos antidepresivos. Sin embargo, uno de los principales medicamentos antidepresivos, Paxil, no se le debe suministrar a menores de 18 años.
La terapia familiar podría ser útil si el conflicto familiar es contribuyente importante a la depresión. El apoyo de la familia o de los profesores para ayudar con los problemas escolares puede ser necesario. Ocasionalmente, la hospitalización en una unidad psiquiátrica podría ser necesaria para los individuos con depresión severa o si tienen riesgo de suicidio.
Por los problemas de comportamiento que a menudo coexisten con la depresión adolescente, muchos padres se ven tentados a enviar a sus hijos a retiros espirituales, campamentos en la naturaleza o a escuelas de crecimiento emocional.
Estos programas casi siempre tienen personal no médico, terapias confrontacionales y castigos severos. No hay evidencia científica que apoye tales programas. De hecho, hay una evidencia creciente de investigación que sugiere que ellos pueden lastimar a adolescentes sensibles con depresión.
Los adolescentes deprimidos que se vuelven desafiantes pueden terminar enredados con la justicia. A menudo a los padres les aconsejan no intervenir y dejarlos afrontar las consecuencias de sus actos. Desafortunadamente eso puede ser dañino para esos jóvenes al ponerlos en contacto con otros muchachos aún más emproblemados. Una solución mejor es conseguir asistencia legal de primera y asumir el tratamiento de cuenta de la familia, lo que le da a los padres más control sobre las técnicas usadas y el mejoramiento de su hijo.
Prognosis
Los episodios depresivos usualmente responden al tratamiento y un tratamiento temprano y comprensivo de la depresión en la adolescencia podría prevenir episodios futuros. Sin embargo, más o menos la mitad de los adolescentes seriamente deprimidos probablemente tendrán problemas con la depresión cuando adultos.
Complicaciones (riesgo de suicidio)
El suicidio en adolescentes está asociado con la depresión y con mucho otros factores. La depresión frecuentemente interfiere con el desempeño escolar y con las relaciones interpersonales. Los adolescentes con depresión a menudo tienen otros problemas psiquiátricos tales como desórdenes de ansiedad.
La depresión también es asociada con la violencia y el comportamiento descuidado. El abuso frecuente de las drogas, el alcohol y el cigarrillo coexisten con la depresión. Los adolescentes con problemas psiquiátricos adicionales casi siempre requieren un tratamiento más largo e intenso.
Buscar ayuda
Hay que buscar ayuda profesional si una o más señales de suicidio potencial están presentes. Aunque no existe algo como el suicida típico, hay algunas señales indicadoras:
- Aislamiento, con urgencia de estar solo.
- Mal humor.
- Cambios de personalidad.
- Amenazas de suicidio.
- Darle las más preciadas posesiones a otros.
Nunca se debe ignorar una amenaza o intento de suicidio.
Prevención
Los bajones de ánimo son comunes en las mayoría de adolescentes. Sin embargo, relaciones interpersonales que sirvan de apoyo pueden ayudar a prevenir que esas caídas de ánimo se conviertan en síntomas depresivos más severos. Establecer, desde que está pequeño, un canal de comunicación abierta con un hijo, puede ayudar a identificar la depresión en un estado temprano.
Un consejero puede ayudar a los adolescentes a manejar los períodos de ánimo bajo. Algunas formas de terapia le enseñan a las personas deprimidas a luchar contra las ideas negativas y a reconocerlas como síntomas y no como la verdad acerca de su mundo; este es el método sin medicamentos más efectivo para el tratamiento de la depresión.
En los adolescentes con una fuerte historia familiar de depresión, o que reúnen varios factores de riesgo, los episodios depresivos pueden no ser previsibles. Para ellos, la identificación temprana y el tratamiento pronto y comprensivo puede prevenir o posponer episodios futuros.
Síntomas de la depresión en adolescentes
- Humor deprimido o irritable.
- Temperamento agitado
- Pérdida de interés en las actividades cotidianas, apatía.
- Disminución del placer en las actividades diarias.
- Incapacidad para disfrutar las cosas que solían ser fuentes de placer.
- Cambios de apetito, usualmente su pérdida, pero a veces su aumento.
- Cambios de peso (aumento o pérdida no intencional).
- Dificultad persistente para conciliar el sueño o para permanecer dormido.
- Somnolencia excesiva en el día.
- Fatiga.
- Dificultad para concentrarse.
- Episodios de pérdida de memoria (amnesia).
- Sentimientos de que no vale nada, tristeza u odio hacia sí mismo.
- Sentimientos de culpa inapropiados o excesivos.
- Comportamiento desafiante.
- Ideas suicidas o temores obsesivos o preocupaciones acerca de la muerte.
- Planes para suicidarse o intentos reales de suicidio.
- Patrones de comportamiento excesivamente irresponsable.
Si estos síntomas persisten por al menos dos semanas y causan incomodidad significativa o dificultad funcional, debe buscarse tratamiento.