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Para muchos la bicicleta es un juguete de infancia archivado, para otros es una forma de hacer ejercicio, pero para Carlos Carvajal se convirtió en una filosofía de vida y en un medio para su mensaje ecológico y saludable.
Hace seis años a Carlos Carvajal le regalaron una bicicleta. La bici estuvo estacionada en la casa un tiempo hasta que pensó que era una lástima no darle uso y empezó a llevarla a la Ciclovía martes, jueves y domingos. Esta nueva rutina le permitió adquirir ritmo y pasión por pedalear, además de conocer gente nueva y evocar recuerdos de la infancia. Los trayectos de los domingos se fueron extendiendo y Carlos empezó a visitar municipios antioqueños: Caldas, Fredonia, Támesis y Jardín, entre otros. De Antioquia pasó a Caldas, Risaralda y terminó haciendo tres recorridos que le mostraron otras caras de Colombia. Dice Carlos que lentamente fue descubriendo cómo el montar en bicicleta no solo le daba salud, sino que le permitía conocerse a sí mismo y ponerse en contacto con la naturaleza, conocer su país y su gente, pero sobre todo darse cuenta de que “pasamos la vida encerrados en ciudades sin saber para dónde vamos ni quiénes somos”.
Descubrir el ciclismo le cambió su estilo de vida: la alimentación se concentró en frutas, legumbres, lácteos y poca carne hasta convertirse en vegetariano. Empezó a levantarse a las 5:00 a.m., alejándose de la rumba y el trago, disfrutando el amanecer, el silencio, la falta de vehículos y el canto de los pájaros. Entre semana montaba una hora y media y los fines de semana hasta 10 horas en dos días, hasta que en uno de sus recorridos por Colombia, estando en la Sierra Nevada del Cocuy, decidió planear un viaje por Latinoamérica, porque “lo lejos ya no era, y los difícil tampoco”.
El estado físico ya lo tenía, solo necesitaba la motivación, la cual, según él, es el 90 por ciento del guerrero. El 20 de marzo de 2010, habiendo vendido todas sus posesiones y propiedades, incluso su propia empresa, para liberarse de todo, tomó la ruta que lo llevaría de Medellín hacia el Sur pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay. Para el recorrido de 25,000 kilómetros llevó, además de su bicicleta, todo un arsenal de equipos de camping: carpa, ollas diminutas, fogón de gas, linterna, toalla, cobija, colchoneta inflable, herramientas, etc. En el camino vio lugares majestuosos como Machu Pichu, el Glaciar Perito Moreno, la Laguna Colorada, el Salar del Uyuni, y las Cataratas del Iguazú. También se enfermó, aguantó frío y se hospedó en casas de desconocidos, hoy convertidos en amigos, cumplió sus 40 años, descubrió un continente riquísimo en materia prima y en gente, “un paraíso” sin comparación. Descubrió que la vida es más que tener y ser esclavo de un salario.
Desde su regreso en septiembre de 2011 Carlos Carvajal se dedica a promover el uso de la bicicleta como alternativa de movilidad sostenible y a planear futuros viajes, soñando con que el próximo sea en la China.
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