Pero, ¿hay un sí? Porque todo es imposible, impagable, insuficiente, en aras de rescatar la movilidad de Medellín. Cada propuesta queda descalificada, mientras la política pública de integrar en infraestructura, vehículos y tarifas el transporte de la ciudad, con seguridad, eficiencia, comodidad y dignidad, está engavetada, con algunas buenas excepciones, hace casi dos décadas ¿Quiénes están interesados en atajar esa integración y por qué tienen tanto poder?
Entretanto, la salida fácil fue la restricción del pico y placa, con una utilidad probada en los terribles tacos de cada sábado, pero ya agotada.
Entonces, ¿qué más hay para hacer? El Alcalde, que cambiará a su secretario de Movilidad, de Juan Esteban Martínez, de doce meses de gestión sin logros por lo menos visibles, por Humberto Iglesias, proveniente del Isvimed (despacho especializado en vivienda), consultado por Vivir en El Poblado sobre medidas innovadoras para la movilidad, señaló que lo más creativo que podemos hacer en Medellín es volcarnos al transporte público.
Sin embargo, es evidente que el ciudadano no está dispuesto a dejar el carro en casa, salvo miembros de colectivos todavía sin gran convocatoria. La movilidad se cae a pedazos y contra ella pesa más la racionalidad privada que el interés común.
La medida innovadora no cala. Según Fenalco, por año ingresan a Antioquia, que concentra el 15% de las ventas nacionales, con mayoría en Medellín, 45.000 carros nuevos, más 90.000 motos. Y eso que el negocio cayó el 10% por efecto del dólar. Entonces que vengan las medidas impopulares. La ciudad tiene es inmovilidad, y eso que, según Medellín Cómo Vamos, la movilidad viene siendo, después de educación y salud, el tercer renglón en inversión pública.
No son tacos, son costos en calidad de vida, desarrollo económico, salud y medio ambiente.