Llueve y hay que cerrar la principal conexión terrestre con la capital del país. Así estamos y no es la primera vez que ocurre. Y lloverá más, hasta mediados de diciembre, según previsiones del Ideam.
Llueve, los taludes se derraman sobre la calzada y la movilidad se ve afectada, cuando no es que sepulta vidas, como ocurrió en la Medellín Bogotá, en Copacabana, con 16 víctimas, el 25 de octubre. Luego el primer fin de semana de noviembre hubo deslizamientos en la vía a Santa Fe de Antioquia y en Versalles, hacia La Pintada.
Las Palmas no se libró del correr de lodo, piedras y material vegetal. El 3 de noviembre el impacto se centró en Pantanillo, 100 metros antes del peaje. También se afectó La Playa: la quebrada Santa Elena abandonó su cauce y la explicación se halló cuadras arriba porque vecinos montaron botadero. Este año, cuadrillas de la Alcaldía han evacuado de los cauces 1.528 metros cúbicos de sedimentos y 451 de basuras.
Cerrada la Medellín Bogotá, en acciones intermitentes, el impacto causado por el tráfico pesado se movió a Las Palmas: mayor demanda, vehículos varados, volcamientos, a los que se sumaron, para agravar el caos, que los demás conductores reducían la velocidad para curiosear.
¿El Aburrá corre el riesgo de quedarse encerrado, además debemos temer por más tragedias? Este año, entre inundaciones y deslizamientos, van 194 casos en Villa Hermosa y 133 en Manrique y no son los únicos.
Y otra pregunta: ¿Los vehículos de tráfico pesado están aptos técnica y mecánicamente y sus conductores tienen la pericia y la prudencia requeridas? Bastó que camiones y volquetas dejaran la Medellín Bogotá y se enfrentaran a las curvas, pendientes y mojadas, de Las Palmas para que se agitaran los percances.
El incidente doble con el puente en construcción de Eafit en Las Vegas (¿por las alturas del puente? ¿porque los conductores no leyeron la señalización?) afianza los interrogantes.
Dos semanas largas de lluvias intensas y se armó una crisis que abarcó la pérdida de vidas humanas, la afectación del tráfico aéreo y terrestre y el impacto a actividades escolares, económicas y turísticas. Tan solo dos semanas largas.
El reporte desde la Autopista Medellín-Bogotá, “estará habilitada, si las condiciones climáticas lo permiten” es elocuente y no es puntual: el sistema es frágil. Además, demanda que las autoridades, no solo en ese tramo, deben superar el rol de recogedores de derrumbes y pensar en planes de choque en pedagogía, mantenimiento y prevención.