Cuando hablamos de ecosistema emprendedor, muchas veces lo hacemos como si fuera un organismo neutro, natural, casi inevitable. Pero la verdad es que los ecosistemas se diseñan: alguien decide qué métricas importan, qué actores participan, qué programas se financian y hasta qué historias se cuentan.
Y lo que hemos tenido a lo largo de los años, en gran parte, es un ecosistema diseñado bajo lógicas de crecimiento rápido a cualquier costo, levantamiento de capital como principal símbolo de éxito, competencia por encima de colaboración. Porque, además, no es coincidencia que menos del 2% del capital de riesgo global llegue a emprendimientos liderados por mujeres.
Repensar el diseño desde lo femenino
Este año me sorprendió de gran manera que en el último Informe del Colombia Tech Report, el porcentaje de mujeres fundadores no tuvo ningún cambio al año anterior, por tanto, cuando un dato de estos no tiene ningún cambio significativo, hay que dejar de mirar los síntomas y realmente empezar a rediseñar y repensar el sistema. Y es que un ecosistema con perspectiva de género no significa hacer un “espacio rosa”, esto está lejos de ser así. Esto significa replantear las reglas del juego:
- Redefinir éxito: valorar también la sostenibilidad, la generación de empleo digno y el impacto social.
- Incorporar el cuidado: reconocer que muchas emprendedoras cargan dobles o triples jornadas y necesitan estructuras que lo contemplen.
- Mentoría diversa: garantizar que las mujeres tengan acceso a role models en tecnología, inversión y liderazgo.
- Financiamiento inclusivo: crear fondos y metodologías que miren más allá de los sesgos tradicionales.
- Políticas publicas: que fomenten la creación de nuevas empresas, e incentivos para lograrlo
- Convicción: es que SI, las mujeres podemos crear empresas globales que rompan estereotipos
Cuando estos elementos se ponen sobre la mesa, los resultados cambian: surgen modelos de negocio más colaborativos, empresas con mayor estabilidad en el tiempo y soluciones que atienden problemas reales de la sociedad.
Ecosistemas que ya están marcando la diferencia
En América Latina ya existen iniciativas como WeXchange, impulsada por BID Lab, que conectan a emprendedoras de alto crecimiento con inversionistas y mentores. Comunidades locales de mujeres también están mostrando otra lógica: priorizar la colaboración sobre la competencia, compartir aprendizajes y hacer visible el éxito colectivo.
La pregunta incómoda (y necesaria)
Si los ecosistemas no son neutros, sino diseñados, ¿por qué seguimos replicando modelos que excluyen a tantas mujeres? ¿Qué pasaría si Medellín, o cualquier ciudad del mundo, se atreviera a diseñar su ecosistema desde la equidad, la diversidad y la colaboración?
Tal vez descubriríamos que el futuro del emprendimiento no se mide únicamente en rondas de inversión o en la cantidad de unicornios. Tal vez el verdadero futuro está en construir ecosistemas más humanos, diversos y sostenibles, capaces de generar impacto social, ambiental y económico al mismo tiempo.
Un ecosistema con perspectiva de género no solo abre espacio para más mujeres: abre la posibilidad de diseñar un modelo de emprendimiento distinto, donde la colaboración pese tanto como la competencia, donde el cuidado sea tan importante como la innovación, y donde crecer no signifique dejar a nadie atrás.