Los hermanos

Esta mañana leí la columna de María Andrea Kronfly, Al menos nos queda la ternura, publicada también en esta casa editorial, y sentí en sus letras, las que desenterraban ese concepto bello y a la vez temido “del cajón de las palabras desechadas”. En ese momento, sentí también que los hermanos, o mejor, mis hermanos son TERNURA.

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Cuando ya no está ese pegamento fundacional que son los padres, es menester de cada quien tomar su propio sendero; decidir si sus caminos se siguen encontrando o también si se distancian con el paso del tiempo; lo cual, en ocasiones, es el paso al olvido involuntario (o voluntario porque los hermanos en ocasiones se des-hermanan).

Este fin de semana dos gestos me llevaron al sentimiento de ternura. El primero, las lágrimas de mi esposo en medio de una conversación familiar por el cumpleaños de uno de mis hermanos mayores, al recordar un accidente aéreo en el que su hermano, Alberto, murió hace casi 50 años. Camilo tenía 17 años.

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El otro gesto, fue ver a mi hermano Mauricio abrazando a mi hermano menor Daniel, y cómo éste se aferraba a ese abrazo, cerrando los ojos, sosteniéndose entre sus brazos. Este segundo momento me sacó lágrimas, porque fue genuinamente TERNURA.

Los hermanos son, tal vez, un regalo de los padres, que ellos no saben que nos entregan. Los hermanos son también ese aglutinante de alegrías, de rabias, también de celos, de risas, incluso de malgenios con los que crecemos.

Quienes tenemos la fortuna de tener hermanos, sabemos que son los seres que mejor nos conocen, quienes mejor nos entienden con sólo una mirada o con la ausencia de ella.

Lee todas las columnas de Marcela Mosquera aquí.

En mi casa, mejor dicho, en mi familia somos seis hermanos: Ceci, LuisK, Mauro, Juanchiris, Dani y yo, Marce. Si hay una certeza en nuestras vidas es que SIEMPRE nos tenemos los unos a los otros, sin importar las circunstancias no estamos solos en este viaje impermanente que es la vida.

Gracias a cada uno de mis hermanos, por ser mis hermanos, gracias por la TERNURA que es esquiva de “primerazo”; pero que es la constante detrás de ese humor negro que nos caracteriza, y que nos enseñó a fortalecernos más allá de las carencias, las discriminaciones o las ausencias.

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