En los últimos años, hemos llenado nuestros discursos con palabras como disrupción, escalabilidad, innovación y resiliencia. Y sí, son importantes. Pero hay otra palabra que también debería estar en esa lista y que casi nunca mencionamos: descanso.
Porque sí, emprender puede ser apasionante, transformador, poderoso. Pero también puede ser agotador. Especialmente en una región donde emprender no es solo construir una empresa, sino muchas veces sobrevivir al sistema.
En Colombia, el emprendimiento se ha romantizado. Se habla de emprendedores como héroes que no duermen, que “la sudan”, que levantan capital en pitch de 3 minutos y que solucionan problemas mientras desayunan. Pero lo que no se dice es cuántos de esos emprendedores están al borde del colapso. Cuántos se sienten solos, agotados, ansiosos. Cuántos se han preguntado en silencio si vale la pena seguir.
El ecosistema —aunque bien intencionado— muchas veces refuerza esa presión. Se celebra al que más crece, al que más horas trabaja, al que más plata levanta. Pero se silencia al que se atreve a decir “no puedo más”, al que necesita parar, o al que decide que no quiere escalar, sino simplemente construir algo que le dé sentido.
Y ojo: esto no es un llamado a la mediocridad. Es un llamado a la humanidad. Porque una startup que quiere cambiar el mundo no puede sostenerse si su equipo está quemado. Porque la verdadera innovación necesita cabeza fría, espacios de reflexión y un ecosistema que entienda que el descanso también es estratégico.
Hablemos de burnout. Hablemos del peso emocional de cargar con nóminas, inversionistas, usuarios y sueños ajenos. Hablemos de lo que pasa cuando todo se vuelve urgente, cuando no hay tiempo para pensar, cuando la creatividad se ahoga en reuniones y reportes. Hablemos de salud mental en serio, no como parte del discurso de moda, sino como una condición para que el emprendimiento sea sostenible.
¿Qué necesitamos? Un ecosistema que entienda que cuidar a los que crean es tan importante como celebrar sus logros. Que impulse redes de apoyo reales, mentorías con empatía, inversión paciente y políticas públicas que reconozcan que el talento también se cuida. Un entorno donde la ambición y el bienestar no se excluyan.
Necesitamos decirlo claro: no se innova desde el agotamiento. No se cambia el mundo con burnout. La pausa no es un lujo. Es una estrategia. Y quizás, el acto más valiente hoy no sea levantar una nueva ronda… sino atreverse a parar, respirar y volver a empezar con otra mirada.
Porque si queremos un país que realmente abrace la innovación, necesitamos primero abrazar a quienes la hacen posible.
La innovación necesita pausa
Por: María Mercedes Agudelo Viera, vicepresidenta de Operaciones de Colombia Fintech.
- Publicidad -
- Publicidad -