Catalina Mesa estudió Management y comunicaciónes en Nueva York y diferentes cursos de fotografía,
cinematografía y producción en Francia y California.Fotos: Cortesía
Por Laura Montoya Carvajal
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“Yo sabía que una generación que ella representaba se estaba acabando. Esos papeles de colgadura, esa religión española que nos llega con sus cristos ensangrentados, esas figurinas de santos, esos deseos de serlo, en 10 años dejarían de existir”, explica. Por eso Catalina, que vivía en Francia, volvió en 2014 a Colombia y se fue a Jericó, a mirar por las ventanas hacia dentro de esas casas “que parecen detenidas en los años 40”.
Su mirada también pasó por poemas y libros muy influenciados por la cultura europea, y escuchó la música de Los Panchos y de Lucho Bermúdez. Con la especial ayuda de Nelson Restrepo, del Centro de historia de Jericó, y decidida a poner a rodar nuevas historias como las de su tía Ruth, la realizadora buscó a otras mujeres que le permitieran dejar un recuerdo de ellas.
“Quería hacer una pequeña expresión del patrimonio nacional inmaterial, preservar y celebrar el espíritu femenino de esa generación, porque no deben desaparecer ni sus retratos, ni sus santos, su estilo de vida o su cosmogonía. Jericó, el infinito vuelo de los días es tanto una mirada etnográfica como una personal y poética, por cómo me llegó”, dice ella.
Este es el nombre del documental que estrenó ayer en salas de cine de Medellín, el primer producto comercial de Catalina, donde en pantalla ventanas y puertas coloridas, con una niña, una cortina o una señora asomadas, las cometas en el cielo azul, los álbumes y cuadros con fotos de jóvenes y niñas que luego aparecen ancianas y lúcidas contando sus historias hacen un relato, entre el documental y la ficción, que recogió esa idea de Jericó que buscaba su directora.
Chila cuenta con soltura cómo encontró a su esposo, y con su matrimonio, su afición por las camándulas; Fabiola les habla a los santos y también les pelea, para que le hagan más caso; a Luz no la recibieron en el convento para ser monja, mientras su enamorado, con el que no se pudo casar, sí se hizo padre; Ana Lucía perdió a su esposo y abrió el kínder Pablo Sexto, y todas las respuestas a las preguntas de Catalina las escribió en papel, con tal detalle que la directora dice que la mujer se quedaba hasta las tres de la mañana redactándolas y el resultado fue algo así como un pequeño libro. En total, nueve mujeres aparecen hablando de una parte de sus vidas, abriendo la puerta de su casa a una cámara inquieta que explora detalles y texturas.
“La entrada a Jericó son las ventanas y las fachadas, por eso Jericó me sugirió y me invitó a filmarlo como cuadros, de manera muy frontal porque es casi como si esas ventanas fueran pinturas. Me di cuenta de que en Jericó el diálogo entre el mundo espiritual y el de todos los días está muy unido, está muy presente ese encuentro con el infinito del día a día. Por eso el sol es importante y entra por puertas y ventanas, como representación de ese infinito”, explica Catalina.
Para ella, el mayor aprendizaje de esa serie de encuentros fue el ver “una gran y hermosa capacidad de estas mujeres para reconciliar esas polaridades de la vida, que cuentan historias tristes y duras, pero con fe y humor, con risa detrás. Siempre hay alegría de vivir detrás. Es esa capacidad cultural de ser dignas así tengan historias tristes”. Aunque esta chispa es la que hace a los espectadores reír ante cada ocurrencia de las protagonistas, las lágrimas y la nostalgia también los enternecen.
“Fue muy doloroso para mí, y me hizo llorar mucho, que constaté que muchas de ellas han estado solas, que el masculino de su vida está ausente por la violencia, las enfermedades u otras razones, y mi intención no era hacer una historia de mujeres solas”.
Después de aprender a tomar tinto y no té en cada visita, de haber conocido a estas mujeres dignas y de tener por fin al público su documental (que ya estuvo en la selección oficial de Hot Docs, en el Festival de cine de Lima, Vancouver, Docs Barcelona, festivales en Israel, Sao Paulo y Bogotá), espera profundizar en la línea entre la realidad y ficción, estudiar más y comenzar, más adelante, nuevos proyectos.
El documental está en sala en Medellín en los cinemas Procinal, Cine Colombia, Museo de Arte Moderno y Cinépolis. En Bogotá y el resto del país se estrena el 17 de noviembre.