“Representan lo más valioso”. “Son el futuro”. Hemos dicho esto tantas veces, en tantos escenarios y diferentes contextos que casi-casi pareciera que ha perdido su significado o su fuerza. Este texto es una invitación a pensar de nuevo. Hay pocas verdades y esta es una: los niños son lo más importante de una sociedad y se vuelve urgente y prioritario pensar en ellos.
¿Están nuestras ciudades realmente considerando a los niños como los seres más importantes de éstas? En las ciudades del norte de Europa, los niños son los ciudadanos más primordiales de la sociedad, junto con los adultos mayores. Los niños tienen preferencia y eso se evidencia en toda ciudad que se ha preparado para que ellos puedan habitarla de manera plena e integral. Sin exclusión alguna.
Todos los espacios, públicos y privados, han considerado a los niños: cómo habitan, cómo ven el mundo, cómo se relacionan con otros, cómo aprenden, cómo crecen…, y al reflexionar sobre esto, hace que las ciudades sean aún más democráticas. Si las ciudades no crean un lenguaje y una infraestructura adecuada para los niños, éstos no van a hacer parte de ella porque no la pueden vivir, comprender ni experimentar.
Nuestras ciudades, grandes o pequeñas, o nuestros núcleos urbanos, centrales o no, no solo no tienen espacios cómodos para niños, sino que los pocos que existen no son cálidos con las familias. Casi que podríamos decir, si pensamos con detenimiento, que nuestros entornos son “anti niños”.
Preguntémonos: ¿hay suficientes parques seguros para niños y familias? ¿Hay juegos amables para ellos? ¿Hay aceras anchas para que los niños caminen cómodamente? ¿Hay suficiente seguridad para que los niños puedan jugar, salir y expresarse libremente? ¿Hay vías adecuadas para que mamás y papás con coches puedan transitar sin problema? ¿Qué pasa cuando una mamá tiene un bebé en brazos? ¿Puede movilizarse correctamente por la ciudad? ¿El transporte público está adecuado para ellos? Las respuestas nos dejan con muchos sinsabores.
Los espacios privados no se quedan atrás. Tampoco tienen la práctica de pensar en la vida de los pequeños y crear espacios gentiles para ellos. Pareciera utópico, pero es una realidad: hay ciudades del mundo donde los niños salen solos a vivirlas porque están seguros, porque son libres y no corren riesgos. Desde muy pequeños aprenden más fuera de las aulas que dentro y se encuentran con un mundo abierto y diverso. El futuro de estas sociedades se presenta entonces luminoso, creativo y avanzado.
Ningún niño necesita estar encerrado para estar a salvo, para aprender, para crecer.
Esta columna es una invitación a nuestra región, de Oriente, y a las demás de Antioquia, para que piensen más en los niños que la habitan. Una reflexión para que desde nuestro lugar actuemos de manera coherente: ¿de verdad creemos que los niños son lo más importante? Entonces hagamos todos juntos un mundo que los acoja, que les dé posibilidades y no constantes limitantes, que se sientan bienvenidos a convivir como parte de una sociedad cohesionada, justa y libre.