Qué lindo es volver

Los antioqueños, generalmente, nos sentimos atraídos por lugares, sabores o sonidos que nos producen instantes de evocación y nos transportan a viejos tiempos; en esa búsqueda de lo vivido, desarrollamos la necesidad de puebliar que no es otra cosa que volver a habitar aquellas costumbres del pasado, perdidas ya en nuestras ciudades.

Visitar un pueblo antioqueño es volver a pasar por el corazón bellas añoranzas de muchos entrañables momentos que se quedaron en la memoria infante; es volver a reconstruir las imágenes de seres queridos y generaciones pasadas, de adorables lugares o de “paisajes azules de la edad primera…”.

Puebliar por el Oriente antioqueño es permitirse encontrar y contemplar en las calles el rastro y las huellas de las costumbres fundacionales que aún permanecen vivas; si te sientas en la banca de una plaza, por ejemplo, podrás buscar y mirar, con determinada atención, a esos habitantes que en su adultez y en su caminar, enseñan rostros con la amabilidad del antioqueño. Generaciones que en sus manos develan la rudeza y la fuerza con que labraron sus pueblos y que en su sonrisa llevan la calidez de una amable bienvenida.

Al puebliar por el Oriente es de obligación detenerse a degustar manjares y delicias que nuestras matronas dejaron por herencia, dulces y postres para todos los gustos, cremas frutales refrigeradas para refrescar, queso con bocadillo (es el casao más tradicional), y de sal, las imperdibles empanaditas de iglesia, las distintas presentaciones de su majestad el chócolo o los pandeyucas recién horneados que, con café caliente, chocolate o limonada fría, están listos para dejarse acompañar.

Puebliar sin música sería en vano. El maestro intérprete y compositor Efraín Orozco (1897-1975) inmortalizó un precioso bambuco llamado El Regreso, que dice: “Qué lindo es volver al solar nativo y poder recordar con los viejos amigos la dulce infancia…” . Una hermosa canción que acompaña muy bien el volver a habitar y recorrer nuestros pueblos; un género musical autóctono que despierta recuerdos y vivencias de seres queridos.

Qué lindo es volver a los pueblos, entrar a sus iglesias centenarias, participar de sus costumbres y tradiciones, caminar por sus calles y callejones (empedrados algunos), y leer en sus fachadas viejas, placas conmemorativas, adornos florales, colores, estilos. Sentarse al pie de sus tabernas a escuchar las músicas populares de nuestros ancestros, acompañados de un buen tinto; volver para visitar las plazas de mercado y surtir el revuelto fresco, recién cosechado para la semana; volver para recorrer sus museos típicos, volver y conocer más de esta hermosa subregión de Antioquia.

Volver sin olvidar que también procedemos de estos territorios, que nuestras genealogías pasadas de allí surgieron, que debemos saber conservarlos siendo conscientes de que cada vez más se ven amenazados por la transformación urbana que ya trae su crecimiento.

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