A finales del año pasado se decía que sería en enero. En enero dijeron que en febrero y así, pateando la decisión mes a mes, se consumió el primer semestre de 2025 y todavía no se sabe cuándo será expedida la actualización de Plan Maestro para el Aeropuerto Internacional José María Córdova.
Los estudios para esta nueva hoja de ruta fueron contratados en diciembre de 2023, se entregaron a finales de 2024 y aún siguen en revisión técnica por parte de algunas dependencias del Gobierno nacional, como el Ministerio de Transporte, la ANI (Agencia Nacional de Infraestructura) y la Aeronáutica Civil.
Desde abril, abandonamos nuestra consulta mensual a la Aerocivil, en Bogotá, cuyos voceros, en un acto de cansada sinceridad ante nuestra insistencia, reconocieron que no saben cuándo saldrá y que el asunto está en manos de consultores. Saldrá cuando salga.
Mientras, la congestión de pasajeros aumenta, al igual que la sensación inevitable de contar con un aeropuerto que, pese al mejor esfuerzo de sus operadores, se quedó obsoleto ante la creciente demanda y las necesidades de mejores servicios por parte de los viajeros.
Hace un mes destacábamos, en este espacio, a Rionegro y su plan de internacionalización, una de tantas buenas iniciativas que se malograría con un aeropuerto ya rebosado.
En 2016, se creía que en 2036 se llegaría a atender 13.5 millones de pasajeros anuales. En 2024 fueron 13.7 millones, proyección cumplida en apenas ocho años, doce antes de lo estimado en el primer plan; la exigencia de mejores condiciones operativas y logísticas acelera, mientras las decisiones no despegan, sin razón técnica aparente, en un aeropuerto pensado para servir, máximo, a 11 millones de pasajeros.
Mucho antes de que se hiciera evidente esta demora centralista, que no pocos llaman bloqueo burocrático al Plan Maestro, en 2023, el operador Airplan presentó una alternativa transitoria que él mismo financiaría en un 70 % y que permitiría disminuir la brecha operativa en un año. Esa propuesta tampoco tuvo respuesta.
Dicha opción dotaría al aeropuerto de seis nuevas posiciones de parqueo para aeronaves, dando alivio a uno de los mayores cuellos de botella. Contemplaba habilitar 24 counters adicionales (pasando de 56 a 80), nuevos filtros de seguridad, seis puertas de embarque con atención simultánea mediante buses, y mejoras en los procesos migratorios, con tecnología automatizada.
Parece que primero estará listo el intercambio vial del aeropuerto que la definición de su propio Plan Maestro, el cual no solamente determinará las intervenciones físicas en los terminales de pasajeros y carga, la segunda pista y los nuevos accesos; también las opciones de financiación de esta megaobra, cuya ejecución demandará billones de pesos. Triste panorama para un país y un Gobierno nacional que, al menos en el papel, dice querer convertirnos en una potencia turística.