Remontándonos en el tiempo, sabemos que todas las sociedades tienen contradicciones y que lo que diferencia a una de otra es la forma en que las resuelven. Existen tantas posiciones como diferencias entre los seres humanos por su historia, formación, intereses. En estas elecciones, hay unos presupuestos humanos que se deben tener en cuenta y tienen que ver con el tema de la mayoría de las víctimas, que aspiran a vivir sin miedo, sin violencia y que están dispuestas al perdón.
Cambiar posiciones de fuerza por ideas y aceptar la posibilidad de oír y desarrollar tareas que conduzcan a un mejor país desde lo social, desde la educación, la equidad, salvaguardando la institucionalidad que también ha costado mucho mantener, son tareas de mucha envergadura que nos comprometen a todos.
Quienes han estado desde la legitimidad también tienen mucho que ajustar y que cambiar, para lograr la construcción de una sociedad gobernada desde la transparencia, trabajando entre otras cosas sobre el desborde de la corrupción, que, quién creyera, une desde la impotencia las más antagónicas orillas, ciudadanos con el común denominador de derechos vulnerados como la salud, la educación y la aplicación de la justicia.
Ojalá que quienes estén en cada posición puedan ayudar a construir un mejor país con el principio de realidad de que será un proceso probablemente largo, doloroso, con aparentes concesiones por donde se le mire, pero siempre apuntando al bien común que favorezca a las nuevas generaciones.
El domingo será un primer ejercicio democrático de respeto y tolerancia para todos, con el SÍ, se legitima un camino para el Gobierno y las FARC que esperan que ese resultado sea acatado y protegido por todos, pero igualmente ante una mayoría por el NO serán precisamente el Gobierno y las FARC, quienes tengan que aceptar el resultado de ese escrutinio y comprometerse con la búsqueda de otros caminos dentro del mismo objetivo común de paz.