Durante 2024 estuve leyendo y retomando a algunos autores que años atrás no lograba entender o no me atrapaban; pero, regresando a ellos, logré descubrir cosas que me llevaron al asombro y a querer profundizar más. Me refiero a Juan José Saer, Juan Carlos Onetti, Mario Levrero, todos hombres, sí, pero ya venía leyendo a Fernanda Trías, Ariana Harwicz, Fernanda Melchor. Todos estos nombres me abrieron el camino para encontrarme con Federico Falco, autor argentino quien me ha tenido obsesionado, o mejor, conectado con su obra.
Lo primero que leí de él fueron los cuentos que están en Un cementerio perfecto, en la edición publicada por Laguna libros; descubrí que también ha escrito poesía y hasta para teatro, esto último se nota en uno de los cuentos que se encuentra en La hora de los monos, quizá uno de sus libros más recomendados. Tiene dos novelas, una de ellas se llama Los llanos.
“Entonces me siento acá, suelto las gallinas y me pongo a mirar las nubes sobre el campo quieto, a sentir el frío sobre el campo”. Es Julio, así se dividen los capítulos de Los llanos, en meses y para ese momento el protagonista ha tenido más fracasos que éxitos en su misión de crear una huerta y alimentarse de ella, él es un escritor que decidió pasar su momento de crisis en el que el amor hacia otro hombre lo alejó de la ciudad, ya no lo amaban, tuvo que volver a empezar, poner las manos en la tierra lejos de todo, en una casa más vacía que él, más perdida que sus escritos que no avanzan, más solo que las gallinas sueltas que corren el riesgo a ser devoradas por un aguilucho que ronda la zona.
“Al escribir un cuento, a veces, pasa algo parecido: domar la masa de palabras, de hechos, de ideas, quitarle particularidad a la imaginación, a la vida, solo por ya tener metida en la cabeza una imagen de lo que está bien, de lo que es un buen cuento, de lo que es un lindo cuento, de lo que es un cuento bello”. Aquí también es Julio y me quedo en este mes porque es el momento en que la novela ha avanzado más, tiene una profundidad hermosa y dura, pero también una suerte de palabras en las que Federico Falco con facilidad lo introduce a uno en varios mundos, en el del protagonista y a su vez en el del escritor del escritor, el escritor con el corazón roto que camina y observa, que ve mucho movimiento cuando alguien pasa en moto y luego otro más en un caballo:
¡Tanto movimiento en la casi completa soledad!
Los llanos fue novela finalista al Premio Herralde de Novela, del 2020 al 2022 ya iba en su décima edición, la que tengo en mi biblioteca es la edición número once, publicado en Anagrama. No es difícil de conseguir en librerías y bibliotecas públicas, aunque en la actualidad, en el catálogo de la Biblioteca Pública Piloto, solo está disponible Un cementerio perfecto, lo cual no está mal para entrar en el mundo de este autor.
“Esa última charla con Ciro, ese día en el bar, yo ya vivía en el departamento prestado, ya tenía decidido mudarme al campo.
Todo lo que dijo Ciro.
Dijo: algo tenía que romperse, estábamos estancados, necesitaba estallar.
Dijo: vivíamos en una fortaleza, nos creíamos autosuficientes.
Dijo: en algún momento, no sé cómo, el refugio se convirtió en una jaula.
Ya era septiembre, las palabras que cortaron el amor aparecieron en pequeños párrafos, cada uno con más dolor que el anterior”.
¿Cómo sigue uno cuando te dicen que un refugio se convirtió en jaula? ¿Cómo llegar a escribir algo tan profundo y duro en tan pocas palabras?
Como acaba un año acaba el libro y como cada día, avanza la historia. Es hora de leer a Federico Falco a través de sus cuentos, su poesía y sus novelas, una de ellas, Los llanos, la que de alguna forma reseño aquí. Agradezco haberme encontrado con este escritor.
Hace poco en mis redes sociales subí una pequeña reseña de La hora de los monos, Federico Falco respondió y fue una emoción bonita, otra forma de encontrarnos con los escritores que leemos, algo bueno de estos medios digitales, una ligera cercanía con esos personajes lejanos que tenemos en nuestras manos y nos genera la intriga de conocerlos o de creer conocerlos al leerlos.