Recientemente se publicó un estudio realizado por la Cámara Colombiana del Libro donde se detalla el aumento en los hábitos de lectura en Colombia. Esto es una gran noticia y quisiera dejarlo así, en positivo, evitando ahondar en las diferentes formas en que las personas del país leen o lo que leen.
A su vez, la Feria del Libro de Bogotá, publicó el listado de los libros más vendidos en toda su historia, un listado que pueden conocer y ver esa diversidad de nombres de libros que quizá muchos de ustedes y yo hemos leído. Esto me lleva a querer hablar de los clubes o grupos de lectura, sus diferentes formatos y combinaciones.
Hay clubes de lectura donde su fórmula es encontrarse a leer en conjunto página por página del libro, escuchar esas lecturas. Hay otros donde se disponen a leer previamente ya sea todo el libro o algunas páginas y tener encuentros más espaciados o cada semana.
Hay otros grupos donde el libro es la excusa para encontrarse entre amigos y amigas o que tienen un componente más académico que genera memorias, tareas a designar y que funcionan tanto de manera física como virtual. En fin, muchas formas para darle vida a los numerosos títulos que agrupa a personas en torno a ellos y que logran que justamente estemos leyendo más, pero no solo eso, que nos permitamos leernos en las voces y los ojos de otras personas.
Junto con un amigo tenemos un grupo de lectura que nos reunimos desde hace más de cuatro años, durante dos años estuvimos leyendo la obra completa de Tomás González y en este grupo logramos crear una conexión tan fuerte y bella que nos permitió continuar en conjunto a buscar otras lecturas y desde hace poco más de dos años hemos venido leyendo obras escritas por mujeres. En la actualidad, nos encontramos en un camino que es bello y duro al tiempo: “Las guerras y las garras del amor”, un camino que nos ha llevado a lecturas duras, como “Días sin ti” de Elvira Sastre, “Solo un poco aquí de María Ospina Pizano y “El retorno” de Dulce María Cardoso. Cada uno de estos en extremos distintos de lo que
narran, pero con la profundidad de las guerras y también del amor que los hacen vincularse.
De este espacio no solo rescato la forma en que las personas que asistimos nos hemos involucrado. La amistad, la alegría del encuentro, la invitación a compartir algo de comer, algo de beber, diferentes espacios del Valle de Aburrá como Otraparte o Tragaluz y, sobre todo, descubrir historias que estas mujeres que elegimos nos traen.
En mi primera columna quise hacer una apertura a partir de una especie de prólogo. Ahora en esta quiero hacer una invitación a conectarse con espacios de lectura grupal, que a su vez es estar con uno mismo. Es quizá un regalo para nuestra salud mental, para bajarle al ritmo que la cotidianidad nos trae y también para conectarse con la lectura. No necesitamos ser personas “eruditas” para participar en estos espacios que las bibliotecas, las librerías, los centros culturales y muchas personas particulares promueven para algún propósito y que viven gracias a quienes asistimos y los sostenemos.
No les recomendaré ningún club o grupo de lectura en particular, si me lo permiten, esto es como elegir terapeuta, cada persona tendrá una experiencia distinta y vínculo. Lo que sí puedo decir es que hay muchos espacios para elegir, leer y compartir.