Jorge Franco Ramos es un buscador de sentidos. La literatura le ha permitido narrarse y narrar realidades contundentes en medio de ficciones que convocan a diversos lectores. Medellín, y en general Colombia, han sido el escenario de sus obras en las que los temas de violencia, muchos de ellos ligados con el narcotráfico, han marcado una ruta.
Vivir en El Poblado lo entrevistó. En esta conversación telefónica, Jorge Franco estaba en Washington, allí vive desde hace casi cinco años, donde se instaló con su esposa para acompañar a su hija a cumplir el sueño de convertirse en bailarina de ballet. Llegaron en pandemia, lo que significó grandes retos. La permanencia en un entorno distinto los ha fortalecido como familia y a él como autor. “Washington es una ciudad en la que hay una pluralidad muy fuerte y la percibes en todo, en lo que ves en la calle, en la gastronomía, en la oferta cultural y, siento yo, que debe haber un aporte, un enriquecimiento, ante esa variedad en la que estoy todos los días”, dice el escritor, que no ha dejado de visitar su tierra natal, Medellín.
Sus raíces
“Medellín es una ciudad a la que siempre estoy regresando, y cada regreso me despierta mucha curiosidad, me hace tener una mirada muy minuciosa de lo que está pasando, en los cambios que ha habido o no ha habido, o en aspectos en los que seguimos enquistados. Es una ciudad que considero el escenario natural de mi literatura. Eso tiene que ver con un aspecto que se ve en la literatura universal, la influencia de la infancia en nuestras vidas.
He creído que los escritores siempre permanecemos aferrados a ese mundo de la infancia, no quiere decir que sean obras relacionadas con nuestra niñez ni que sean personajes infantiles, sino que ese universo que contamos es el que descubrimos cuando éramos niños. Ahí entro yo en esa dinámica”.
Medellín en su obra
“La comencé a escribir en Rosario Tijeras, al contar esa Medellín, en medio de ese caos, de esa demencia colectiva que hubo a partir del surgimiento del narcotráfico (…). Más adelante, quise contar un poco esa transición que me tocó a mí de niño que era la Medellín pacífica, tranquila. Esa Medellín en la que no pasaba absolutamente nada, cuando luego pasó todo, la conté en El mundo de afuera. Luego, hago una mirada un poco más crítica y cuento esa Medellín más reciente en El cielo a tiros, y es la ciudad que percibo, en la que ha habido cambios importantes, muy positivos (…). A partir de la muerte de Escobar empieza un proceso de reconstrucción que tomó mucho tiempo, que se comenzó a hacer de una manera acertada, porque se hizo a través de construcción de espacios para la educación, la cultura, la infraestructura (…). Todavía hay demasiadas tareas por resolver, seguimos patinando y enquistados en unos asuntos que siguen relacionados con el origen de esos problemas que tuvimos en las décadas de los ochenta y noventa y que tienen que ver con la presencia de lo narco. Es muy difícil asumir esa tarea con logros cuando la problemática sigue viva, cuando el narcotráfico sigue vigente entre nosotros”.
“Me gusta este juego participativo en la historia que yo planteo, porque creo en ese complemento que somos lector-escritor. (…). Me parece fascinante ver que la historia puede tener muchas posibilidades de interpretación de acuerdo con ese complemento mío que es el lector”.
Jorge Franco

Proceso creativo
Cuando empieza a escribir, Jorge no tiene un plan de trabajo estricto. Cada historia le llega de una manera diferente. Primero imagina la novela. Aparecen los posibles narradores y personajes. “Tengo muy claro que lo definitivo va a ocurrir en el momento en que yo me siente frente al computador a escribir (…)”. Busca el cómo, las voces, los tiempos, el punto de vista del narrador. Investiga. “Es un proceso muy largo, que es ensayo – error, buscando ese tono, esa voz, hasta que yo medianamente me sienta cómodo (…). Y desde el punto cero a cuando yo me sienta cómodo puede pasar mucho tiempo, avanzo, retrocedo, borro, guardo, hasta que siento que la historia va teniendo sus propias leyes y los personajes comienzan a darme más información”.
El lector
Piensa en el lector, respeta el tiempo que se toma para leer su historia. “Quiero ofrecerle algo que lo deleite, que le despierte curiosidad, que lo conmueva, que lo sacuda y es lo que yo como lector de otros libros también espero. Que pasen cosas. En mis historias hay giros, hay quiebres. Es importante que los personajes y diálogos sean muy verosímiles, que enganchen con el lector, que se vuelvan parte de su vida en el momento en que está leyendo. La literatura debe parecerse un poco a la vida, así cada libro tenga sus propias leyes. No se trata de imitar la vida, pero sí que la historia se convierta, en parte, en una forma de espejo, donde el lector pueda ver muchas cosas de sí mismo o de su entorno”.
El vacío en el que flotas
Su más reciente obra, que no tiene una locación precisa, es El vacío en el que flotas. El eje es el cambio que un hecho violento suscita en la vida de cuatro personas. “Es un acontecimiento universal. Como humanidad hemos progresado en muchos aspectos, pero hay uno en el que seguimos estancados, y que sigue teniendo esas mismas connotaciones desde hace milenios, y es la violencia…”. Los protagonistas son víctimas. “Comencé a plantearme ese tipo de personajes, a buscar elementos dramáticos. Incluso, parto del mayor temor que puede tener cualquier ser humano, o por lo menos yo, que es la pérdida o la desaparición de un hijo. Es una exploración sobre el duelo”.
La palabra “víctima” lo conmueve y no solo por el dolor que encierra, sino “por la connotación equivocada que se le ha dado en Colombia (y en muchas partes del mundo), donde las víctimas casi que son por categoría, hay víctimas que odiamos, víctimas que queremos. Siempre hay una cosa política escondida que nos hace casi que ser despiadados al momento de emitir juicios”.
El libro también remite al escritor y al mundo editorial. Es una historia llena de ambivalencias que cuestiona los sentidos de la verdad.

Club de lectura en El Tesoro
En el Club de Lectura se hablará de El mundo de afuera, ganador del Premio Alfaguara de Novela 2014, que narra la historia del empresario Diego Echavarría, su secuestro, la relación con su hija, a quien cuidaba encerrada en su castillo.
Está anclado en la Medellín que antecedió a los años del narcotráfico. Tiene una línea fantástica que se trenza con un realismo crudo. De niño, Jorge vivió cerca al castillo de don Diego, hoy convertido en museo. “Cuando fui padre por primera vez, por primera y única vez, en 2006, con mi hija hay una recuperación de mi mundo infantil a través de la literatura. Comienzo a leerle libros de princesas, de animales fabulosos, de castillos y se me dispara esa chispa que me dice que en mi niñez yo fui vecino de un señor que tenía un castillo y que tenía una especie de princesa, su hija…”. Cuando asiste a los clubes de lectura Jorge va a escuchar a los lectores, lo que le resulta muy gratificante.
Un nuevo libro
Luego de estos años en Washington Jorge se arriesga a contar una historia que se desarrolla fuera de Colombia, con personajes colombianos y estadounidenses. Él, que es tan reacio a hablar de sus proyectos, adelantó que será un libro en orden cronológico, y esa linealidad es una novedad en su literatura. También se sumerge por primera vez en un thriller psicológico. “Eso es lo que me fascina de la literatura, poder experimentar, conocer… Con cada libro he procurado hacer una especie de aventura nueva y este no va a ser la excepción, con elementos más novedosos con respecto a las obras anteriores”.
Durante la Feria del Libro de El Tesoro Jorge Franco conversará con Adriana Cooper, directora de Vivir en El Poblado, el sábado 14 de junio a las 6:30 p.m. El Club de lectura sobre el libro El mundo de afuera será el domingo 15 de junio, a las 11:00 a.m. Sala Medellín. Puente Occidente, nivel 1.