Una es conocida como SP (sobre piso) y otra en línea. La diferencia son los patines de cuatro ruedas en la primera y la indumentaria. El rockero empedernido Gildardo Peláez tiene 63 años y juega hockey en la selección Antioquia. Con aires de hippie demuestra que la edad solo puede ser un bloqueo mental
Por José Fernando Serna Osorio
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El único recuerdo que no tienen en la mente es de la hora que estuvo inconsciente y con convulsiones en 2013, cuando un golpe con la bola de hockey sobre piso le impactó la cabeza. El despertar lo sorprendió mientras le realizaban los exámenes de urgencia en la clínica. Resultado: trauma craneoencefálico. Ni esa situación le cortó el aire, don Gil tiene piernas, fuerza y sobre todo ganas de seguir representando a Antioquia, colores con los que se volvió a vestir después de 25 años de ausencia. ¡Nadie le quita lo bailado!Medellín, finales de la década del 60. En el barrio Los Ángeles, muy al centro de la ciudad llegó el rumor de un nuevo deporte que atrajo a los jóvenes de la capital antioqueña. Aquella particular práctica cautivó a los muchachos como Gildardo que, sin mucha resistencia se dejaron contagiar de su juego rápidamente.
Gustavo Peláez, su padre, solo atinó a respetar el gusto de su hijo. Lo propio hizo Lilian Velásquez, su madre, que hasta el día de hoy todavía le recuerdan aquellos momentos en los que la onda hippista también lo empezaba a seducir. Entre The Beatles, Grand Funk Railroad y los estudios en el Colegio San José, los sticks (palos de juego), los patines y la creciente industria que permeable la sociedad antioqueña creció el que iba a hacer uno de los jugadores insignias del hockey en Antioquia y en Colombia.
La primera cancha que hubo en Medellín, recuerda Gildardo, estuvo en el centro del Velódromo, pero los pelotazos que se ganaban los ciclistas hicieron que aquellos muchachos fueran desplazados unos metros más abajo, donde hoy está la Liga de Patinaje. Allí, el municipio les donó un terreno y con algunos aportes del Gobierno, él y sus amigos construyeron el primer escenario en 1976 para que rodarán las nuevas figuras del patinaje.
El primer campeonato juvenil lo jugó en 1972, pero el talento de este hombre de ojos azul grisáceos, figura desgarbada, delgadez de cara y de abundante pelo canoso, no se limitaba sola al deporte. Estudió Mecánica Industrial en la Universidad Nacional, aunque la época de los paros de la revolución estudiantil solo le permitía hacer un semestre por año. Esa dificultad la convirtió en virtud y explotó el artista: fabricación de patines. Para esa época un gran porcentaje de las personas que practicaban hockey en Medellín jugaban con los patines que este hombre hacía.
Hasta el día de hoy Gildardo es un “especialista en hacer chicharrones”. Piezas mecánicas, metálicas o cualquier “gallito” para poner a funcionar algo puede ser solucionado con las manos de un aventurero empedernido que nunca se sometió al mando de otro y que dejó que cada instante de la vida le permitiera hacer lo que se le viniera en gana. Un revolucionario de su propio mundo.
Ni la doble fractura de mandíbula en el 64, ni la velocidad de los “pelaos” cuatro veces menores que él en las canchas lo han frenado en su deseo libertino. Don Gil va y viene en la vida. Se retiró de la universidad en el quinto semestre y después volvió a hacer otros dos semestres. El hockey se quedó a un lado 25 años, de 1985 al 2010, después de haber integrado las selecciones Colombia del 80 y el 82. Y por esas cosas de la vida hace seis años volvió como el gran defensa que siempre ha sido dentro del juego.
Con gran ímpetu, y sin sentirse inferior con sus seis décadas encima, este hombre entrena toda la semana al mismo ritmo que los compañeros de la Selección Antioquia de hockey en línea que la integran jóvenes desde los 15 años, y los fines de semana sí se da el gustico con los contemporáneos de las primeras épocas de juego. Un grande entre los veteranos.
Su hijo, Andrés Peláez, lo apoya. Lo mismo su esposa Martha. Su bolso al hombro y en su moto, carga la experiencia por toda la ciudad para deslizarse en las canchas. Casco, canilleras, guantes y stick, son los fieles amigos de un hombre que entre risas recuerda el Festival de Ancón y que siente que la figura de Dios está representada en hacer las cosas bien. Feliz, Gildardo se jacta de ser un crack del hockey a sus 63, el más veterano de los jugadores del país.