El maestro cumple un papel insustituible en la formación de ciudadanos y en la consolidación del tejido social. Su influencia inicia en la etapa más temprana de la vida escolar y se extiende a lo largo de todo el proceso educativo. Desde los primeros años de vida, los maestros representan una figura clave en la socialización, el desarrollo cognitivo y el fortalecimiento de valores en niños y jóvenes. Más allá de la transmisión de conocimientos, los profesores actúan como agentes de cambio y desarrollo, influyendo directamente en la calidad de vida futura de sus estudiantes y, por ende, en el progreso de las sociedades.
La educación es uno de los pilares fundamentales del desarrollo humano y social; como señala Paulo Freire (1970), “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. En este proceso transformador, los docentes son actores protagonistas, porque su labor moldea el pensamiento crítico, la autonomía y el sentido ético de los estudiantes. Son ellos quienes, día a día, construyen puentes entre el conocimiento y la vida real, entre la escuela y los contextos donde se desenvuelven sus discentes.
En países como Finlandia, Corea del Sur y Singapur, la profesión docente posee un de alto prestigio social. En Finlandia, por ejemplo, para ser maestro se requiere una formación académica exigente, y solo el 10 % de los postulantes son admitidos en las facultades de educación (Sahlberg, 2011). Esto se traduce en altos estándares educativos y en una valoración social significativa de los educadores. Así mismo, en el caso de Corea del Sur, los docentes son comparados con funcionarios públicos de alto rango; esta realidad también está profundamente arraigada en la tradición confuciana que honra a los educadores como fuentes de sabiduría y moralidad (Kim, 2010). En Singapur, de igual manera, la percepción de un docente es muy superior en la escala social, como lo muestra una encuesta de Ipsos de 2023, que revela que los singapurenses tienen una alta opinión del profesorado del país y del sistema educativo local.
En contraste, en Colombia el reconocimiento a la labor docente ha sido históricamente limitado. A pesar de ser actores esenciales en el sistema educativo, una gran parte de quienes ejercen la profesión docente enfrentan bajos salarios, condiciones laborales difíciles y una sobrecarga administrativa que reduce su tiempo disponible para la innovación pedagógica y el desarrollo profesional (Gamboa & Cortés, 2018).
Para nadie es un secreto que las sociedades que han logrado avances significativos en educación comparten un factor común: el respeto, la inversión y la confianza en sus docentes. En Colombia, urge una revalorización real de esta profesión, que incluya mejoras en las condiciones laborales, formación permanente con evaluación de las competencias profesionales y su impacto en la práctica docente, que permita construir planes de mejoramiento que repercutan favorablemente en la calidad educativa del país. También se necesita de una narrativa pública que destaque su importancia estratégica en el desarrollo colombiano; solo así se podrá garantizar una educación comparable con estándares internacionales y un verdadero progreso sostenible.
Mi reconocimiento a todos esos maestros que entregan su vida al servicio de acompañar a sus estudiantes por el camino del conocimiento y las relaciones interpersonales; aquéllos que forman mujeres y hombres de bien, siendo personas éticas, estudiosas y disciplinadas. Que con el ejemplo del día a día inspiran en sus alumnos el respeto por las leyes, la libertad la democracia, el trabajo y la construcción colectiva de bienestar; en conclusión, unos buenos seres humanos. Estos docentes son los actores principales de una película llamada “vida”, que interpretan su papel dejando sobre el escenario infinidad de horas de estudio, trabajo de planeación, evaluación y seguimiento, pensando siempre en llevar a sus encuentros con los estudiantes la magia del saber.
De una maestra para ustedes maestros. ¡Feliz día!