Hay temas que, aunque duelen, no se hablan lo suficiente. Uno de ellos es el dolor crónico en niños y adolescentes: una condición invisible que impacta profundamente su vida cotidiana, su salud emocional, su aprendizaje y la vida familiar. En América Latina, todavía es común que estos niños recorren largos caminos de consultas, tratamientos y frustraciones sin respuestas claras, mientras el dolor continúa interfiriendo en su desarrollo, sus vínculos y su derecho a una infancia plena.
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Un reciente estudio reveló una cifra preocupante: los niños que sufren de dolor crónico se ausentan, en promedio, el 22 % de su vida escolar. El dolor los aleja del aula, de sus amigos, de sus rutinas. Y, sin embargo, pese a ser una de las tres principales causas de consulta pediátrica, en nuestros países aún no contamos con rutas clínicas claras ni protocolos interdisciplinarios basados en evidencia que orienten su manejo.
Pero Medellín, una ciudad que ha demostrado en muchos frentes su capacidad de transformación y de apuesta por el bienestar, está a punto de dar un paso enorme. Este mes, recibiremos por primera vez en Colombia a expertos del Boston Children’s Hospital y de la Universidad de Harvard, reconocidas a nivel mundial por su trabajo en salud infantil, para hablar justamente de este tema urgente: el dolor crónico en la infancia y adolescencia.
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Será un espacio de formación, encuentro y co-creación, en el que ciencia, empatía y conocimiento se unen para ofrecer nuevas herramientas a profesionales de la salud, la educación y, especialmente, a las familias. Un evento del que Medellín no solo es sede, sino protagonista activa de una conversación impostergable. Realizaremos además la adaptación cultural de una solución poderosa.
El programa que nos traen —The Comfort Ability— combina neurociencia del dolor, estrategias psicoeducativas y acompañamiento familiar, con un enfoque respetuoso, práctico y humano. Un modelo que no desconoce el sufrimiento, pero tampoco se queda en la queja o el desconsuelo, sino que brinda rutas concretas para enfrentarlo con claridad y apoyo, basado y soportado por evidencia científica sólida.
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Como profesional y como habitante de esta ciudad, me llena de esperanza ver cómo Medellín se convierte en anfitriona de procesos de este nivel. Porque no solo estamos trayendo conocimiento de frontera: estamos construyendo comunidad, compartiendo herramientas y, sobre todo, dando respuestas reales a quienes más las necesitan.
Este evento no es solo un hito académico. Es un gesto de sensibilidad hacia las familias que viven cada día con preguntas sin resolver, con incertidumbre frente al dolor de sus hijos, y con la necesidad urgente de caminos claros para acompañarlos.
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Medellín ha demostrado, una y otra vez, que cuando se trata de cuidar la vida y el bienestar, puede ser una ciudad pionera. Hoy, al abrir sus puertas a este diálogo global sobre el dolor crónico infantil, lo confirma una vez más.