Cuando el arte abraza la vejez

Quienes me conocen saben que tengo una relación especial con mi mamá. Verla envejecer, me ha hecho sensible al tema del adulto mayor en Colombia. Por eso, me ha sorprendido gratamente que, por fin, se esté hablando del envejecimiento poblacional.  Se habla de salud, pensiones, educación, urbanismo. Todo necesario. Pero, en medio de tantos análisis, el arte brilla por su ausencia.

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¿Por qué no estamos hablando de cultura? ¿Por qué los actores culturales no están siendo parte de la conversación?

Colombia registró en 2024 menos de 500.000 nacimientos por primera vez en su historia, mientras que la esperanza de vida supera ya los 77 años. En departamentos como Quindío, Risaralda y Caldas, la población mayor de 60 años ya supera a la menor de edad. Y sin embargo, seguimos hablando como si fuéramos un país joven.

Desde 2002, la OMS impulsa el concepto de envejecimiento activo como respuesta al reto global del envejecimiento poblacional. Su propósito es garantizar que las personas mayores puedan mantener su bienestar físico, mental y social, participando activamente en la sociedad, según sus capacidades y deseos. A diferencia de enfoques asistencialistas, promueve una vejez basada en la autonomía, la dignidad y la integración, abarcando no solo la salud, sino también la educación, la cultura, la participación cívica y el acceso a las artes.

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En Estados Unidos, iniciativas como Creative Aging y Lifetime Arts han convertido museos, bibliotecas y centros comunitarios en espacios donde las personas mayores aprenden a pintar, escribir o bailar. En Nueva York, el programa SU-CASA financia residencias artísticas en centros para adultos mayores, fomentando la creación conjunta con artistas, fortaleciendo lazos intergeneracionales y combatiendo el aislamiento.

En el Reino Unido, la red Age of Creativity reúne a artistas, instituciones culturales y organizaciones de salud para garantizar el acceso, la participación y la visibilidad de los mayores en las artes, promoviendo su liderazgo creativo y el intercambio entre generaciones.

Estos programas han demostrado que el arte mejora la autoestima, amplía las redes, favorece la salud general y, en muchos casos, reduce la necesidad de medicamentos y atención médica.

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En Colombia necesitamos una política nacional y local de envejecimiento activo desde las artes. Diseñar experiencias donde los mayores no sean solo espectadores, sino protagonistas. Que pinten, escriban, enseñen, aprendan. Que su historia sea parte del relato colectivo. Porque si una sociedad se define por cómo trata a sus niños, también se revela por cómo cuida y reconoce a sus mayores.

Esto requiere ajustes en la programación, formación específica de los equipos, alianzas con organizaciones de salud, y sobre todo, voluntad política y cultural. Además, representa una oportunidad económica que hemos pasado por alto. Apostar por una política cultural orientada al envejecimiento activo no solo tiene efectos positivos sobre la salud, sino que puede disminuir los costos del sistema de salud pública. Menos hospitalizaciones, menos medicamentos, menos atención especializada. La inversión en arte, cultura y participación para personas mayores es también una inversión en sostenibilidad fiscal.

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La ausencia de las artes en la vida de una población longeva tiene consecuencias graves. Envejecemos sin vínculos, sin propósito, sin belleza. Aumenta la depresión, el deterioro cognitivo, y la falta de propósito. Los sistemas de salud colapsan tratando de remediar lo que una buena política cultural podría haber prevenido.

Esta columna es una invitación urgente a quienes programan, gestionan o financian cultura: no dejemos por fuera a quienes más pueden aportar. El arte puede acompañar el cierre de la vida con tanta potencia como acompaña el inicio. Envejecer con arte no es un lujo. Es un derecho.

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