Noches sin dormir, sentimientos de montañas rusas, la euforia de lanzar un producto al mercado e ideas innovadoras: a esto se suele asociar a un emprender o el hecho de crear una empresa, sin embargo, va mucho más allá.
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Según Confecámaras, Colombia cerró el 2024 con más de 1.7 millones de sociedades activas (un aumento del 0,3 % vs. 2023) y se crearon 297.475 nuevas empresas en el año. Pero, las cifras también muestran otra cara, cerca del 67 % de las empresas colombianas no sobreviven más de cinco años.
Más allá del modelo de negocio, la cultura organizacional es la que verdaderamente marca la diferencia y esos son los pilares invisibles que sostienen las decisiones, el equipo y, en muchos casos, el alma del proyecto.
La cultura es lo que no se ve de inmediato o el lenguaje no escrito en las empresas. También, es cómo se toman decisiones, cómo se celebran los logros, cómo trabajan y cómo se enfrenta la adversidad. Una cultura sólida es la brújula de cualquier proyecto.
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Por ejemplo, en Medellín, muchas empresas que sobrevivieron a la pandemia no fueron necesariamente las que más facturaron, sino las que cultivaron una cultura de equipo, confianza y adaptabilidad. La cultura, cuando está bien sembrada, se convierte en resiliencia. Un factor clave en el camino de emprender y crear empresa.
Según CB Insights, el 42 % de las startups fracasan por no solucionar una necesidad real del mercado. Teniendo en cuenta el ecosistema tech, las startups más sólidas son las que tienen una estrategia clara, pero lo suficientemente flexible como para adaptarse al entorno cambiante. Estas son las startups con una cultura clara, son las que comunican y viven un propósito, que empoderan y escuchan a su equipo. Son las que tienen más probabilidades de atraer y retener talento comprometido, incluso en medio de la incertidumbre.
Una cultura potente y una estrategia con sentido también son claves para atraer talento. Un estudio global –https://www.deloitte.com/es/es/services/consulting/research/encuesta-millennial.html– reveló que el 44 % de los millennials elige trabajar en organizaciones cuyos valores se alinean con los propios. Hoy, más que un buen salario, el talento busca pertenecer a un proyecto que tenga sentido, que lo rete y que lo haga crecer.
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Una estrategia bien definida ayuda a priorizar, porque en el camino del emprendimiento es tentador querer abarcar de todo demasiado rápido, pero decir “no” a aquello que no suma al objetivo central es tan importante como decir “sí” a las oportunidades correctas.
La cultura en el centro respaldará las decisiones estratégicas difíciles (como pausar un proyecto secundario para concentrarse en el core del negocio). Cuando todos entienden la estrategia, el trabajo diario cobra sentido.
El mundo necesita empresas con alma, esas que crecen sin perder su esencia y que entienden que la cultura no es una charla de onboarding y la estrategia no es una presentación para inversionistas.
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Ojalá en la próxima historia de éxito que escuchemos, además del nombre del fundador o la cifra de inversión, también hablemos de cómo se vive la cultura, de cómo se tomó una decisión difícil, o de cómo un equipo se mantuvo unido cuando el mercado estaba en su contra. Porque al final, ese, más que el balance financiero, puede ser el verdadero legado.