Llegamos aquí muy cerca del mediodía, en un día tranquilo, sin grandes noticias en el ambiente. Muy cerca, hay aviones que se alistan para cruzar el cielo, gente que corre con maletas, automóviles
que aceleran para entrar a tiempo a un túnel y un grupo de obreros avanza entre trozos de cemento para terminar un intercambio vial que permitirá viajar más rápido.
Al lado del camino hay vallas que anuncian edificios nuevos y los restaurantes trabajan para llenar
sus mesas. Es Oriente, que crece. Esta región ha sido definida por varios expertos como un centro de
desarrollo y posibilidades, después de Medellín y el Valle de Aburrá. Y en medio de estas escenas existe también un jardín al que llegan mariposas de colores distintos y abejas.
Vienen para comer hojas y flores, para dormir entre ellas, descansar entre las ramas y tener fuerza para cumplir su misión: llevar el pólen de una flor a otra y así, asegurar la reproducción de las plantas y la alimentación en la Tierra.
3.877 especies de mariposas
había en Colombia
hasta el 2022, según el
Instituto Humboldt.
Después de llegar aquí solo es necesario mirar con atención y disfrutar entre el silencio: hay larvas
minúsculas debajo de las hojas, mariposas de alas color amarillo y gastadas por el roce; existen otras que se alistan para romper las crisálidas y nacer.
Para autores como Thomas Moore o Clarissa Pinkola, el contacto con un jardín y con la tierra es una experiencia que lleva a entender los ciclos de la vida, de la muerte, un lugar donde se unen la
naturaleza salvaje y aspectos como la imaginación.

Saber mirar
Esteban Arango es el creador de Mariposas Metamorfosis, una iniciativa que nació hace más de dos décadas y le ha permitido crear jardines a los que llegan estos insectos. Después de escucharlo hablar y ver el trabajo realizado en varios lugares de Antioquia, es posible ver un cambio a través del tiempo: “La gente está más receptiva a la naturaleza, a la necesidad de cuidar y no hacer daño. Las personas también se interesan en cambiar sus prácticas para cuidar a estos seres de tamaño menor”.
Y agrega que ha aumentado el interés en sembrar especies nativas, que otorgan la posibilidad de restaurar y van más allá de los llamados “desiertos verdes”, extensiones de árboles y plantas destinados a fines productivos o a la decoración y donde no hay variedad.
Cuando se le pregunta por los motivos de lo anterior, explica: “Culturalmente nos han enseñado
a mirar lo más grande (animales, obras, árboles) y no tanto, lo minúsculo. Si miramos insectos de tamaño pequeño, como, por ejemplo, las mariquitas, nos sorprendemos con su forma de cuidarse, con su capacidad de comer insectos y de proteger los cultivos”.

Un laboratorio, una metáfora
La diversidad de este jardín también lo convierte en un escenario valioso y necesario para colegios y universidades: “En un sitio así es posible aprender ética a través del respeto hacia los seres más pequeños; aquí es posible desarrollar proyectos artísticos, aprender Biología o entender cómo la Matemática está presente en todo.
Y a través de cada planta o insecto es posible conocer y recordar las especies nativas de cada
lugar. Tenemos el privilegio de vivir en este lugar del trópico donde hay variedad y facilidades para la siembra. Y es muy bonito cuando somos conscientes de esto y lo sabemos aprovechar”.
Para quienes se interesan más por los temas espirituales también hay una experiencia valiosa a través de un jardín como este: “Si uno ve todo el proceso de una mariposa, entiende la fuerza de los cambios, de las transformaciones, todo lo que puede suceder antes de que un ser se convierta en algo diferente. Y esto es valioso para las personas”, agrega.
En varios municipios del Oriente, los jardines o polinizadores comienzan a ganar más importancia. Está el ejemplo de Rionegro, que trabaja para “rescatar y reubicar abejas en varios predios”, según información suministrada por la Secretaría de Hábitat de ese municipio.
En el caso de El Retiro, hay varias iniciativas donde la siembra de jardines ha sido fundamental y este año trabajarán para llevarlos hasta las instituciones educativas.
Esteban Arango considera fundamental ese contacto con la tierra, su observación: “Es necesario que
la ecología trascienda la academia y los tableros”, que las personas aprendan a conocer las plantas, a
cuidar estos insectos, en vivo y en directo, dice.

MÁS ESPECIES: MÁS SALUD
Mauricio Jaramillo, ingeniero forestal y quien nos asesora, a veces, en estos temas, resalta la “función esencial” de las mariposas en el ecosistema. Además de su papel en la polinización, dice que “son alimento de las aves y al morir, se incorporan al proceso de formación del suelo”.
Y explica: “Se convierten en indicadores del estado de los ecosistemas. Si vemos más especies es porque hay más salud en ellos”. Para cuidarlas, además de tener las plantas indicadas, recomienda evitar la contaminación en suelo y aire. Y agrega: “Por la hermosura de sus formas, colores y vuelos, son fuente de inspiración”. Y da una recomendación final: “Hay que embriagarse con su belleza”.