“Mi favorito, mi color, es el rojo, que es puro amor”: Sebastián
“Manuela, ¿tú cómo dibujarías la discapacidad?”
“Yo la dibujaría como diferente, con una sola pierna, ¿no? De color verde”, dice Manuela Mejía, que tiene 26 años y está enamorada de los mangos biches, por lo que su color favorito es el verde. Cerca de ella, en la Bodega Central del Medellín Design Week, que tiene lugar en el edificio Antioquia, un dibujo suyo cuelga de la pared y representa a sus amadas frutas de color rojo, esta vez, porque así lo quiso. En otras ocasiones, los mangos los ha puesto en el espacio exterior.
A su lado, sus compañeros de trabajo están sentados en el suelo. Aunque les cuesta el contacto visual escuchan con atención las preguntas y lo que responden los demás. Jordan Galeano, de 22 años, dice cuando se le pregunta por su especialidad al dibujar: “Yo dibujo uva, dinosaurio, sandía, mango”, y sonríe. Esta expresión no se cae: al contrario, Jordan afirma: “A mí me gusta todo”. “¿Qué te hace feliz?”: “Poner los árboles de la Navidad y la estrellita. También dibujo la estrellita”.
Por su parte, Sebastián Giraldo, que el martes pasado cumplió 22 años, recuerda que en el taller de La Casa de Carlota le enseñan a dibujar y lo ponen a bailar. “Me gustaría dibujar una tarima y bateristas y micrófono y guitarra eléctrica y me gusta tocar puro rock and roll”. “¿Y cuál es tu canción favorita?”: “Se llama By the way, se llama Chili Peppers”.
Simón Mejía, que tiene 29 años y también “le fascina” el color verde, no duda en responder qué lo pone triste. “A mí no me pone triste nada. Yo soy feliz, porque todo me hace feliz a mí”, exclama y aplaude. De las cosas que más lo alegran es tocar la batería y la guitarra eléctrica: “Me gusta toda la música, me gustan los vallenatos, el merengue, toda la ranchera, toda la música de Darío Gómez”.
Estos chicos son cuatro de los nueve diseñadores de La Casa de Carlota, un estudio de diseño profesional que acaba de abrir sus puertas en Medellín. Su propuesta es aprovechar las capacidades excepcionales de jóvenes con síndrome de Down, autismo o retraso mental para el dibujo y las artes gráficas. “En cualquier empresa, un joven con Down sería el último en ser considerado. Aquí es el primero”, dice Nelson Correa, uno de los directores artísticos del estudio.
Según el diseñador, la intención es que los jóvenes, todos mayores de edad, estén presentes en la totalidad del proceso de creación. Los clientes (en España han trabajando con Nestlé, Red Bull, Coca Cola, el Ayuntamiento de Barcelona, entre otras) deben visitar el taller y conocer a los chicos, que exponen también ante ellos sus propuestas terminadas.
Aclara que tienen autonomía para diseñar y participan en los procesos digitales y de posproducción, tomando decisiones. Es un trabajo como cualquiera, regido por un contrato y pagado a sus padres.
Manuela, Sebastián, Jordan y Simón asistieron a la muestra de su trabajo vestidos de colores y con sus propias letras estampadas en el pecho. Sus compañeros Sofía Gómez, Andreina Castro, Alejandro Galeano, Juan David Zuluaga y Nicolás Mesa no pudieron asistir. Frente a cámaras y curiosos conversaron, generando asombro, risas y ternura.
Nel explica que el proceso en el taller ha ayudado a los chicos a hablar más y estar más tranquilos. A veces ni sus padres creen que su hijo, con algún nivel de autismo, pueda hablar con mayor soltura que nunca. “Muchos no funcionan en otras actividades, no tienen coordinación y en diseño están volando”, asegura.
Este artículo es el primero de un seriado que Vivir en El Poblado realizará sobre Vivir la diferencia, que saldrá de forma consecutiva a partir de esta edición. La portada de este ejemplar fue diseñada por los jóvenes de La Casa de Carlota.
Jirafa de las siete patas
Señora Turrón. Diseños La Casa de Carlota